Cuando hablamos de estar vivos, pensamos en alguien que respira, que tiene pulso y su corazón late.
Pero estar vivo es mucho más que respirar, la vida es precisamente eso, las pequeñas cosas que nosotros mismos olvidamos. Es el “Ser”. Esa realidad que trasciende la razón, el Ser que los Griegos, orientales y otras corrientes de pensamiento definen como. «Realidad radical».
Esa fuerza interior que a pesar de la realidad, no deja de existir, es lo que precisamente nos empuja a muchos; a algo más que respirar, ese ser interior para ser pleno debe ambicionar cada día, superarse a sí mismo; y no hay manera de hablar de plenitud, de felicidad, de satisfacción, sino somos capaces de cultivar el interior.
Nada de esto se adquiere sin educación interior y para esto no es necesario, maestrías, especialidades, o educación formal o superior, basta solo escuchar la voz de tu interior, que te grita: cuando fallas, cuando cometes una injusticia, cuando te haces indiferente al dolor ajeno, basta seguir algunas normas primitivas, como la de compartir, ayudar y servir aunque te fallen, o mal te paguen.
La vida cobra su real sentido, cuando se es capaz de trascender a las mezquindades humanas, las cuales no reflejan la realidad de la esencia del Ser; cuando ha sido probado y se ha propuesto subir a otra dimensión, que no te saca de la realidad, pero sí te hace grande. Esa dimensión la da de forma gratuita, la maestra vida.