La intervención estadounidense en República Dominicana: 50 años

Ultima Actualización: miércoles, 29 de abril de 2015. Por: Artículo Invitado

Medio siglo después, es hora de refutar las ideas convencionales en Washington.

La intervención militar de Estados Unidos en la RepúblicaDominicana que comenzó el 28 de abril de 1965 fue objeto de numerosas condenasen su momento, tanto en América Latina como en Estados Unidos. Su propósito fueevitar “una segunda Cuba”, pero las autoridades norteamericanas, en especial elpresidente Lyndon B. Johnson, fueron mucho más allá de los hechos objetivos alespecular sobre la posibilidad de que los comunistas se hicieran del poder. Elimperativo de evitar esa segunda Cuba distorsionaba su capacidad de reunirinformación veraz y analizarla.

Con el paso del tiempo, sin embargo, muchos en Washingtonempezaron a considerar la intervención en la República Dominicana como unéxito. Su argumento era que se habían logrado los cuatro objetivos propuestos:proteger a los ciudadanos estadounidenses y de otros países, detener laviolencia, impedir una posible toma comunista del poder y restaurar losprocesos constitucionales para bien del pueblo dominicano. Para dichosanalistas, el episodio fue una demostración de poder de Estados Unidos queproporcionó enseñanzas prácticas sobre el uso eficaz de la fuerza. Esta opiniónacerca de la operación dominicana pasó a ser una conclusión a la que Washingtonarribo sin el suficiente análisis.

Exactamente 50 años después de la invasión, ha llegado elmomento de refutar esa idea tan prevaleciente.

 

Los costes de la intervención de 1965

Los costes de la intervención de 1965 no se han calculadodebidamente. Los costes humanos y materiales fueron importantes, pero fueronlos costes intangibles los que fueron especialmente elevados. La intervenciónen la República Dominicana redujo las probabilidades de éxito de las reformaspacíficas que muchos funcionarios estadounidenses deseaban ver en AméricaLatina. Algunos conservadores latinoamericanos --sobre todo en Centroamérica--llegaron a la conclusión de que Estados Unidos no iba a permitir que triunfaranlos movimientos reformistas. Muchos de los latinoamericanos comprometidos conel cambio democrático se convencieron de que Estados Unidos iba a oponerseincluso a esas reformas, y que por consiguiente valdría la pena unir fuerzascon la extrema izquierda.

La intervención dominicana tuvo también graves consecuenciasdentro de Estados Unidos. La escandalosa falta de transparencia del gobierno deJohnson agravó la desconfianza entre la administración y muchos líderes deopinión, contribuyendo a la crisis de credibilidad que acabó inspirando lareacción estadounidense ante Vietnam.

Donde más serios fueron los costes intangibles fue en laRepública Dominicana. La intervención intensificó la fragmentación política yla dependencia de Estados Unidos, e hizo más difícil el desarrollo deinstituciones políticas efectivas. Irónicamente, una de las principalescontribuciones resultó de la reforma inmigratoria de ese año en EEUU, cuyaconsecuencia fue un aumento de la inmigración dominicana, con el consiguienteflujo de remesas, experiencias e ideas.

 

La relativa facilidad para terminar la intervención

En el caso de la República Dominicana, varios aspectossingulares ayudan a explicar la facilidad con la que Estados Unidos pudoterminar la ocupación. Dos reconocidos líderes políticos --Juan Bosch y JoaquínBalaguer—contribuyeron a resolver la crisis mediante la convocatoria de nuevaselecciones. La excepcional prudencia mostrada por el presidente provisional,Héctor García-Godoy, y el embajador estadounidense, Ellsworth Bunker,permitieron la rápida partida de las fuerzas norteamericanas. Si despuésEstados Unidos hubiera enviado sus tropas a Haití --que no tenía institucionesni grupos políticos sólidos, ni figuras políticas de peso--, habría sido másdifícil partir, como sucedería posteriormente en Irak y Afganistán.

La experiencia dominicana indica con claridad que EstadosUnidos necesita diseñar métodos alternativos para perseguir sus objetivos,sobre todo ayudando a fomentar el desarrollo político, social y económico delos países y territorios más cercanos geográficamente, con los cuales el paísestá tan estrechamente relacionado.

La enorme diferencia entre las relaciones de Estados Unidoscon sus vecinos más próximos y el resto de sus relaciones internacionales hasido evidente desde hace mucho tiempo, pero ha adquirido especial importanciadurante los últimos 50 años. Las nociones históricas de soberanía significancada vez menos, aunque se sigan proclamando a voces.

Los problemas derivados de la creciente interacción deEstados Unidos y sus vecinos --tráfico de personas, drogas y armas,inmigración, medio ambiente, salud pública, turismo médico y prestacionessociales y de sanidad transferibles, catástrofes naturales, política policial yvigilancia de fronteras-- son retos especialmente complejos para las dospartes. Estas difíciles cuestiones, internacionales e internas al mismo tiempo,se complican aún más en los países con muy escasa capacidad estatal--Guatemala, Honduras y Haití en particular--, con quienes se hace aún másnecesario mantener una estrecha cooperación por el bien de los pueblos de amboslados, una necesidad que crece año tras año.

Cincuenta años después de la intervención de 1965 en laRepública Dominicana, producto de la obsesión de Washington con Fidel Castro,no solo ha llegado el momento de tener una relación de mutuo respeto con Cubasino también de desafiar otras mentalidades enquistadas y encontrar respuestasmás creativas a la persistente interdependencia entre los países de la Cuencadel Caribe y Estados Unidos.

Abraham F. Lowenthal, catedrático emérito en la Universidadde Southern California e investigador titular no residente de la BrookingsInstitution, fue fundador y director del Programa Latinoamericano del WoodrowWilson Center y del Diálogo Interamericano.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

 

Fuente: www.internacional.elpais.com