¿Anti política como solución?

Ultima Actualización: viernes, 27 de noviembre de 2015. Por: Juan Yamil Musa

Y verdaderamente, ¿es esta la solución? ¿Es la anti política la solución al problema actual de la crisis político partidaria?

Desde que el hombre entendió que la vida ensociedad era la única vía capaz de armonizar los conflictos (naturales) de todogrupo social, la política nació como herramienta. Allí donde se presentanintereses por el dominio del poder, entra la política como balanza, quemediante  principios y reglas, establecelas pautas del juego.

Foucault estableció magistralmente que lapolítica era la continuación de la guerra a través de medios civilizados, nosin antes reconocer que quizás, era la guerra la continuación de la política.El contexto social de determinada sociedad afirma esta concepción, dependiendode la realidad que viva. Un Estado que haya alcanzado una democracia sana, lapolítica es la vía para alcanzar mayores logros. Pero un Estado en guerra, lapolítica (el pleno ejercicio de la política) es apenas una aspiración.

¿Qué sucede entonces, si es la política lavía idónea para alcanzar mayores niveles de desarrollo económico y social, que hoydía nuestras sociedades desafían frontalmente la hegemonía de estosmedios?  ¿Qué se vislumbra si acasotantos logros alcanzados, para la política, a través de la política y por lapolítica, hoy fallecieran? ¿Qué se está incubando? ¿Qué, en realidad, se desea?¿De dónde nace la anti política de nuestros días?

Preguntas, con un denominador común comopunto de referencia: ha sido la pérdida de credibilidad de quienes, llamados arepresentarnos, no lo hicieron. Es este el germen de la crisis políticopartidaria que hoy vive decenas de países que como el nuestro, han vistodeteriorarse, con profunda razón, la política, como ciencia social y como vía. Ladescomposición gradual que viene desarrollándose desde hace décadas, tiene comosemilla la pérdida de valores. Y así, el desenrollo  de factores paralelos que ahíncan laproblemática: corrupción, política vista como fin (no como medio), nepotismo,favoritismo. Y  sus consecuencias:abstencionismo, apoliticidad, pérdida de credibilidad, falta derepresentatividad, ausencia de legitimidad, crisis, eclosión social, eldesarrollo del individualismo y la pérdida generalizada de valores. La apatía,ahora generalizada. Se trata de una bola de nieve gigantesca que ha venidoaumentando paulatinamente, que se nos presenta frente a nosotros sin que apenastengamos capacidad de reacción. Así llegamos a afirmar que ante la crisis, yavenida, ya entre nosotros, ya inmersa en nuestra psiquis social, solo seextirpa aplicando una antítesis total: la anti política. No ya la corrección dela misma, ni su readecuación, sino una solución definitiva, totalitaria, quenos retorne al punto de partida para reiniciar desde cero. Hoy jugamos alblanco y negro, sin grises. Hoy lo exigimos todo, o nada. Hoy, ya hartos,apostamos por inmolar todo lo alcanzado. Nos atrevemos, no a excluir lasmanzanas podridas de la canasta, sino a eliminar la canasta misma.

Y verdaderamente, ¿es esta la solución? ¿Esla anti política la solución al problema actual de la crisis políticopartidaria? Son cuestiones que debemos responder con mucha delicadeza, porquedetrás de la solución que se nos plantea, puede que se oculte algo peor. En laofensiva hacia la política en todo su conjunto, se plantea la exclusión delsistema completo para dirigir los destinos de una nación, y eso es peligroso. Es,apostar a que la cosa pública sea dominada por lo privado. Y eso, es peligroso.¿Y no ha sido la política, desde sus inicios, la vía para establecer el sanojuego de contrapesos en una sociedad? Entonces, si excluimos la política,¿Quién establece las reglas del juego? ¿Qué sistema, qué vía se plantea comoalternativa? Y es allí donde radica lo delicado.

Mucho antes de hablar de que el sistemapolítico partidario está dañado, en plena decadencia, cosa cierta, debemoshablar de personas de carne y hueso que la han dañado. Poseen nombres yapellidos. Mucho antes de hablar de un cambio de sistema, debemos hablar de uncambio de los actores. Mucho antes de profundizar en las virtudes y defectosdel sistema, que las tiene, debemos enfocarnos en los protagonistas que la hanempañado. Y aquí sí deberíamos centrarnos en criticar las malas prácticas deesos, quienes fueron llamados a hacer de la política una vía, y no un fin.

El ánimo de hoy día debe estar destinado aprofundizar un cambio generacional de nuestros políticos, de aquellos que lahan desvirtuado, pero no del sistema per se. Es un error. Y es una falaciapretender que mediante la sustitución del sistema completo, se encuentre lasolución. Se trata más bien de utilizar un argumento para otros fines. Estamosdentro de una confusión delicada.

La anti política no es la solución. Lospartidos políticos continuarán perdiendo vigencia. Cada vez menos la sociedadse sentirá representada por estas instituciones. Y ello se debe a que ellasmismas han permitido que esto suceda. Si el cambio profundo que hoy necesitamos(y que exigimos) pasa primero por experimentar una fuerte crisis derepresentatividad, bienvenida sea. Pero que se trate de una crisis paraevolucionar, para mejorar, para adecentar el quehacer político. Pero no unacrisis para la eliminación del sistema mismo. Que sea una crisis que dé lugar anuevas formas. Ojalá. Pero hay que tener cuidado. Nos hemos hecho expertos encriticar en demasía las problemáticas de nuestro sistema político partidario, yno en presentar las soluciones. Empecemos por la renovación. De actores yvalores.