LA CAPACIDAD DE VOTAR -VIII

Ultima Actualización: martes, 30 de agosto de 2016. Por: Angel Artiles Diaz

El principal error que cometen los racionalistas del voto es que no toman en consideración que del lado opuesto, el de los irracionales.

El principal error que cometen los racionalistas del voto es que no toman en consideración que del lado opuesto, el de los irracionales, están los dueños del capital que se benefician de la ignorancia del votante medio, los denominados grupos de presión, que imponen sus agendas, con el discurso bífido del progreso y el bienestar social, repleto de promesas genéricas que no resisten la menor explicación, pero orladas de colores atractivos al bien común y reforzadas por los efectos alucinógenos de la botella de alcohol y el pica pollo del día. Sabedores de que la gente común (los destinatarios del bien común) no aprecia el efecto de las políticas populistas.

 

Por eso, el modelo de partido responsable no impide que las estrategias de vinculación de los populistas con los electorados rindan sus frutos, no impide que las masas hambreadas  ignoren las propuestas diferentes de los racionales que no logran combinar con  éxito las corrientes clientelares con sus proyectos de votantes  duros  o ideológicamente conscientes. No logran aquilatar el peso de la ideología en la configuración de los electorados, no logran la vinculación exclusiva.

Caplan demuestra que la democracia es un instrumento del mercado, que el concepto mayoría se asocia al de borrego, por eso propone no “más democracia” sino “mejor democracia”, propone una Constitución que limite los poderes del Estado y que evite la presencia del “monarca bienhechor y justo” de  Holbach   implantando la llamaba etocracia. En el prefacio de 'El Mito del Votante Racional', Bryan Caplan afirma que “se pueden tener distintos grados de democracia. No tenemos por qué elegir entre abandonar la democracia o tolerar cualesquiera medidas necias que apruebe la mayoría.” (2007)

Alude también a ciertos márgenes de permisividad con los que cuentan los sistemas democráticos, aconsejando que:   se pueden aprovechar esos márgenes de maniobra.

¿Quiénes aprovechan esos márgenes de maniobra de la democracia? Los proyectos político-económicos con banderas partidarias, los populistas; quienes saben que los votantes en realidad no toman decisiones basadas en información, porque actúan en bandadas denominadas  “ignorantes racionales”; constituyendo así, paradójicamente, el “fundamento racional en el sistema democrático”. A este fenómeno, la ciencia política lo llama: El milagro de la agregación, que ocurre cuando la parte más importante de los electores toma las decisiones a la sombra del acaso, del azar, de la eventualidad; mientras que en la última instancia, la minoría ilustrada orienta la barca hacia  el puerto administrado por representantes de su pundonoroso grupo,  ante la atónita mirada de la mayoría borregunamente “racional”.

Mientras tanto, el modelo de partido responsable, ni siquiera se molesta en esgrimir los postulados etocráticos de Holbach, el barón francés del XVIII, (Ethocratie, ou Le gouvernement fondé sur la morale, 1776) para fortalecer el compromiso desesperanzado de la democracia, buscando en los anaqueles de la historia aquel “gobierno fundado en la moral” (obviando la invitación a ser ateos de Holbach) o promoviendo un cursito taller con las 219 páginas de “La política moral del Rococó: arte y cultura en los orígenes del mundo moderno” de Julio Seoane Pinilla. Además de hacer alardes de culturosos y de remasticar  citas añejadas, algo deben hacer los demiurgos del invernadero político de la intelectualidad. 

Hay que poner sobre la mesa los supuestos básicos del sistema de partidos latinoamericanos. Las masas saltan de error en error, animados por falsas creencias  legitiman con su voto cualquier sujeto mediático y repiten la historia de pisar el estierco de los caballos de los caudillos.  El modelo del partido responsable puede ser de utilidad, si lo usamos para analizar, sin complejos ni pasión y de la manera más sistemática posible, la relación de los electores con los partidos en el proceso de descomposición que afecta la democracia que le sirve de marco de referencia a los populistas.

Hay que simplificar la oferta, acercarla a la colectividad estomacal donde se aloja la decisión electoral, por aquello de que: “No es cierto que somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos y puesto que las cosas presentes se derivan de los actos pasados, no nos queda más remedio que seguir perseverando en lo que ya somos. Y no lo es porque nunca fuimos aquello que nos dicen que fuimos.(No sé, ni quiero saber quién dijo esto)