El azar de la historia, la emoción y el triunfo de Donald Trumph-XXIV

Ultima Actualización: martes, 03 de enero de 2017. Por: Angel Artiles Diaz

¿Es posible enfrentarse con tranquilidad a una bestia que está a punto de atacarnos? A menos que uno sea un domador profesional, sentir miedo es inevitable... ¡y necesario!

¿Es posible enfrentarse con tranquilidad a una bestia que está a punto de atacarnos? A menos que uno sea un domador profesional, sentir miedo es inevitable... ¡y necesario! Javier Canteros

En todas las sociedades ocurre que a veces, los votantes no se identifican con los partidos, sea por el desgaste natural provocado por el tiempo, sea por la incapacidad de mantenerse como oferentes de sueños esperanzas e ilusiones. Esa circunstancia de incertidumbre motiva la desconfianza e inclina a los sujetos votantes hacia la empatía con la persona del candidato, sin importar las razones.

Oímos hablar mal de los partidos y bien del candidato, contradictorio pero cierto. También ocurre que un adversario de simple metodología de comunicación política, claro en sus propuestas, sin rimbombancias; derrota  al “mejor”, al que reunía las tres variables clásicas de la valoración del candidato: cercanía de valores, gestor económico y liderazgo.

Muchos líderes políticos, carecen de  palabras y hechos que emocionen, habitan en burbujas de vanidad ideológica, regodeados en su prepotencia, exigiendo sumisión a los espacios orgánicos de los partidos, monopolizando la razón y los argumentos decisivos, imponiendo sus categorías de “Mejores” (aristos) y sufriendo derrotas humillantes e “incomprensibles” a decir de ellos.  Algunos mudan sus primeros pasos en la pasarela de la reflexión, dándose cuenta de que la percepción no solo se siembra en las mentes de los votantes, sino que ésta riega sus semillas, con acierto en muchos casos, en la perspectiva de los candidatos.

En, “The Political Brain: The Role of Emotion in Deciding the Fate of the Nation” (El cerebro político: El papel de la emoción en la decisión del destino de la nación), Drew Westen, exige a los candidatos, como prenda a exhibir, la “inteligencia emocional”, les exige que valoren la gestión de las emociones  como el carromato que transporta las decisiones para suscitar sentimientos que les serviría como rueda de transmisión del mensaje convincente.

Una mano temblando ante las cámaras de televisión, es demoledora, espanta la confianza. A no templar se aprende.

El populismo re-huye a las definiciones o explicaciones programáticas y se escuda en los símbolos de la emoción discursiva, crea significados compatibles con los frames o marcos conceptuales o estructuras mentales de los votantes, con el lenguaje convierten cualquier cosa en mensaje, valiéndose de conceptos genéricos y abstractos ubicándose a distancia considerable de las cuestiones concretas y conflictivas.  

 

Prometen incentivar el deporte, la salud, la seguridad, la educación, sin decir cómo ni cuándo. Practican la retórica con energía, conmoviendo la sociedad esperanzada  identificándose con ella, alentado el fuego de la ilusión en la emoción colectiva creando un ambiente de afinidad con las necesidades e intereses colectivos, actuando como vírgenes milagregras en unos casos y como profetas del apocalipsis en otros.

No es fácil analizar todos los matices del fenómeno del populismo en toda  su diversidad, pero sí podemos afirmar que este movimiento “político”, domina el arte de buscar y usar las palabras claves para generar imágenes compatibles con la emoción colectiva, que es el hervidero donde se cuece la comprensión de las masas. A  decir de Eduardo Punset:   “Los neurólogos están descubriendo que el cerebro decide en función de lo que cree, no de lo que ve. Es decir, que vemos el mundo según creemos que hay que verlo.”  Igual que Punset y los neurólogos, los populistas lo saben. Esa verdad no es exclusiva.

Javier Canteros, en “Para qué sirven las emociones”, afirma que: “…las emociones afectan nuestra manera de ver y pensar el mundo. Está demostrado que influyen en la atención, en la memoria y en el razonamiento lógico. “Aprender a gestionarlas es mucho más beneficioso para la vida social que negarlas porque el amplio abanico de emociones está por detrás casi todas nuestras motivaciones”.

Contrario ha como se creía, las emociones no obstaculizan la posibilidad de una actuación correcta, todo depende de la inteligencia con que la uses. Ser emotivo es un defecto si no cuentas con la inteligencia emocional que administre tu comportamiento, tus palabras y tus gestos.