El siglo de la hipocresía y el siglo de Santo Tomás de Aquino 1/3

Ultima Actualización: jueves, 19 de julio de 2018. Por: Paulino Silverio De la Rosa

Hubo un tiempo, donde la gente se reunía para formarse y ser buenos ciudadanos, hombres de bien, con inquebrantables principios de formación humana.

Hubo un tiempo, donde la gente se reunía para formarse y ser buenos ciudadanos, hombres de bien, con inquebrantables principios de formación humana. Donde la vida tenía un valor capital, pero también compartir tenía el mismo valor, ser amigos, así como el trabajo, el compromiso, el respeto, la salud y la justicia. Donde vivir en comunidad era un compromiso de todos, un interés general en que las cosas funcionaran bien, desde los más pequeños hasta el más anciano, donde se buscaba ventajas de paz, resistiendo con integridad el mal.

Evitando que este, entre con la misma actitud, y atención en evitar que sobre el estanque caiga una gota de leche, donde no se perdía tiempo discutiendo una injusticia, un robo, una infidelidad, un crimen, un acto de violencia, porque eran personas altamente comprensivas, conscientes y no vivían usando el dinero ni el poder para humillar al otro, sino que juntos buscaban la mejor manera para subsanar el mal comportamiento.

Eran tiempos, donde un consejo de un anciano, era una jurisprudencia inquebrantable, una ley, porque se había enseñado a los menores el respeto a los adultos, y éstos, estaban educados para que sin protestar escucharan el consejo de los mayores, estaban sembrando en la mente de los menores el arte de escuchar, el tiempo extra, que tenemos en nuestro poder, que no hemos aprendido a dominar, ni saber su real importancia; es como siempre decimos, ponle el extra, dale el extra, pero no comprendemos lo que decimos.

Eran épocas en que se vivía transformando a las personas, ayudándolos con paciencia para que cambiarán sus malos hábitos por buenas costumbres, por ejemplo, odio por amor, violencia por paz, venganza por perdón, envidia por humildad, pereza por entusiasmo, miedo por valor, tristeza por alegría. Era una verdadera transformación desde el interior hacia el exterior, el ser humano, es lo que piensa en su interior; si hoy tenemos un mundo deteriorado en un total descontrol, es porque la gente tiene su interior gobernado por el desorden.

Ahora, nos hemos dispuesto a cambiar el mundo por uno mejor, y lo estamos haciendo del modo más fácil y cobarde, convirtiendo en ley, todo aquello inmoral y contrario a las buenas costumbres, porque en este mundo, lo único que está mal, es aquello que no está legalizado. Por eso, les han cambiado el término a las cosas, y le hemos llamado derecho a la libertad individual, donde cada cual puede hacer lo que quiera; pero hacemos de ridículo o de hipócrita,  el individuo puede ser homosexual, pero no criminal, puede andar desnudo, pero no prostituirse, puede embriagarse y conducir, pero no chocar ni matar, puede visitar cualquier religión, pero no puede adorar a Satanás (por decir algo), pedimos que se castigue el aborto, pero seguimos vistiendo a las niñas con ropas eróticas, y dándole personalidad de adulto, pedimos que nuestras niñas no salgan embarazadas, pero las vestimos con afrenta a la moral, y decimos son nuevos tiempos, y continuamos naciendo y creciendo igual a todo el tiempo pasado, ironía o hipocresía. Y todo porque nuestros antepasados eran unos brutos.


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