El geógrafo Michel Foucher ha hecho un censo de los 17 muros que existen en la actualidad, que tienen un total de 7,500 kilómetros, pero que llegarán a alcanzar 18,000 cuando estén terminados (véase a Nicole Muchnik, El País, 07/11/09).
El recuento comienza con el muro que construye Israel para aislar y robar tierras a Palestina. La sección cisjordana de ese muro cuesta al pueblo israelí dos millones de dólares por kilómetro y “está fortificado por paredes de hormigón de ocho metros, con torres de control cada 300 metros, bordeado con zanjas de dos metros de profundidad, alambradas de púas y carreteras” y ha sido condenado por la Corte Internacional de Justicia.
A pocos kilómetros de San Diego, California, en la frontera entre México y Estados Unidos, el Parque de la Amistad (Friendship Park) está siendo sustituido por tres muros paralelos de cinco metros de altura que tratarán de impedir que la miseria y la falta de oportunidades sigan “molestando” a quienes las inventan. 178,000 millones de dólares espera invertir Estados Unidos en “asegurar” sus fronteras de hoy a 2015.
Entre los muros más jóvenes está el doble muro de Melilla, levantado en 2005 para impedir la llegada de africanos a Europa, con alambrada duplicada hata los seis metros de altura y madejas de alambre de púa entre las dos paredes y hasta hace poco tenía cuchillas (retiradas por suerte en 2007) que ocasionaban terribles heridas.
Otro muro notable, la Gran Muralla de Marruecos, tiene 2,720 kilómetros; dos terraplenes de arena con controles militares, minas y alambradas erigidos para aislar al pueblo saharaui e impedir las incursiones del Frente de Liberación de Saguia el Hamra y Río del Oro (Polisario) que reclama la soberanía de los territorios ocupados por Marrucos.
El recuento es largo y deja claras la ignorancia y el cinismo de quienes recuerdan un muro y olvidan todos los que quedan y los que se siguen construyendo; peor aún, olvidan que la mejor inversión no es la que levanta barreras entre los pueblos, sino la que se dirige a superar el muro de las desigualdades obscenas que separa a los que tienen de más de los que no tienen ni siquiera en qué caerse muertos.