Los políticos deberán aprender de los ciudadanos. Resulta alentador observar la conducta cívica de quienes van a las urnas. Contrario a los intentos por retorcer la conciencia del pueblo elector que mantienen las cúpulas de poder de los partidos incluyendo los “emergentes.”
Las elecciones, al margen de quien las gane, dejan un amargo sabor. Observar todo aquel montaje, los delegados, los militares, la indiferencia, la compra de cédula, todo aquello nos recuerda la pobreza de un país en vía de desarrollo.
La mayor pobreza es aquella que genera la miseria humana. Miseria de los que se han hecho ricos y poderosos con el dinero pueblo. Ver a los políticos, rogándoles a los pobres, ingenuos y sencillos ciudadanos para que marquen el voto del color de su partido indigna. Los reyes les piden a los súbditos.
Tengan por seguro que la militancia ordinaria no es más que la alcancía de un sistema de opresión representada en los partidos mayoritarios, con el consenso y la aprobación de las embajadas.
Por tanto celebren sin necesidad de dañar a Nadie, no se vanaglorien de sentirse ganadores. Hagan su fiesta dentro del marco de respeto. No desborden las pasiones. ¿Para qué alzar la voz?, ¿Para qué esgrimir un arma contra un igual? Si al final perdedores o ganadores son victimas de la misma trama.
La gente de forma ingenua desconoce que perder es una vivencia difícil, pero se aprende de ella.
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