LAS HUELLAS DE MI PADRE
Por: María Elena Salinas
20 de junio del 2007
Se
murió hace 22 años, sin embargo su recuerdo aún está presente en
mi memoria. Y es que mi padre dejó una huella indeleble en mi
vida, aunque me tomó un buen tiempo el darme cuenta, cuán
profunda era.
A diario ocurren cosas que me recuerdan a él. Cosas como el
despliegue impresionante de anuncios comercializando el “Día del
Padre”. Pero, sobre todo, recuerdo a mi padre en momentos en que
tengo que recurrir a sus enseñanzas y sus ejemplos para tomar
decisiones importantes o cuando tengo que lidiar con alguna
situación referente a mis hijas o algún conflicto familiar.
A menudo me veo obligada a buscar de entre esa gran fuente de
información que dejaron atrás mis padres. Pienso en lo que ellos
harían en circunstancias similares. Y lo curioso es que la
respuesta me llega con dos diferentes imágenes: la formalidad y
disciplina de mi padre y el pragmatismo y consejo sabio de mi
madre.
Alguien me preguntó el otro día por qué mi libro “Yo Soy La Hija
De Mi Padre: Una Vida Sin Secretos” giraba alrededor de la vida
de mi padre cuando era evidente en la historia que mi madre tuvo
un impacto mayor en mi vida. Quizás sea porque mi madre siempre
fue una parte integral de mi vida cotidiana. Era amable,
cariñosa y sensible. Era fuerte y compasiva a la vez. Tenía una
fuerte ética de trabajo y era el pilar que mantenía el hogar en
pie.
Sin embargo, mi padre era una figura tan compleja y misteriosa
que tomó un gran esfuerzo y muchos años de investigación para
llegar a conocerlo. Y mientras más aprendía sobre él, mejor me
conocía a mi misma.
Poco después de su muerte descubrí, a través de documentos
guardados en una caja que mantenía en una bodega un amigo de mi
padre, que él había sido un sacerdote católico. La noticia me
causó una gran confusión y me llevó a una investigación
periodística sobre su pasado, mi pasado. Entre otras cosas,
sentí la necesidad de saber las circunstancias bajo las que dejó
el sacerdocio y el por qué habría mantenido esa importante etapa
de su vida en secreto.
A través de mi misión investigativa descubrí varias cosas sobre
el pasado de mi padre y la manera que fue educado en el seno de
una familia estrictamente conservadora en México. Descubrí los
desafíos que enfrentó cuando llegó a Estados Unidos con mi madre
en los años 40. Me enteré de datos fascinantes sobre su propia
lucha con las autoridades migratorias. Conocí a través de cartas
que dejó guardadas y conversaciones con sus familiares sobre sus
ideales y su filosofía de la vida. Algo que me ayudó a entender
el por qué tomó drásticas decisiones a lo largo de los años que
alteraron su vida.
Mi padre fue un intelectual, un hombre de distinción, tenía una
sólida conciencia social y fuertes convicciones. A pesar de su
intelecto, nunca tuvo éxito en los negocios. Su meta en la vida
fue ayudar a los demás, mantener a su familia y darles a sus
hijas una educación moral. Aprendí de su ejemplo, que hay que
vivir la vida y enfrentar los retos con dignidad. “La decencia
por encima de todo”, solía decir. Sus enseñanzas, me di cuenta
años después, resultaron ser la base que rige mi vida tanto
personal como profesionalmente.
Pienso que no siempre les damos a nuestros padres el crédito que
se merecen y el reconocimiento por su labor. Hay que pensar que
los bebés no llegan con un manual de instrucciones que ayudan a
asegurar que todo marche bien. Los padres solo viven su vida
haciendo su mejor esfuerzo por criar a sus hijos esperando que
resulten ser personas decentes, centradas y productivas. Y lo
hacen con un gran sacrificio. En este Día del Padre, espero
haber llenado las expectativas de mi padre. Él, sin duda, lleno
las mías.
(*) Conéctese a www.mariaesalinas.com. (c) 2007 by Maria Elena
Salinas
Fuente: Washington Hispanic
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