Opinión
 

ARLEQUÍN CONSTITUCIONAL

Por: Rafael Sánchez Cárdenas
Viernes 02 de Octubre de 2009

Por muchos años anhelamos contar con un régimen constitucional modelo, libertario, que concediera al ciudadano y a la ciudadanía el trono preconizado por todos los textos referentes a la vida en democracia y de un estado moderno. Soñábamos con un estado cuyo sistema institucional de reglamentación de la vida colectiva dejara clarificados el territorio de lo público, social y colectivo de aquello perteneciente al reino de lo privado, individual o empresarial.

Se entendía que de ese modo el ejercicio de los derechos y deberes ciudadanos y de grupos de intereses se circunscribiría a los ámbitos propios de cada quien, respetando los fueros ajenos.

Y lo que se viene observando en la Asamblea Revisora es, en muchos aspectos, contrario a lo deseable. Si los poderes públicos, en democracia, son sistemas de contrapeso entre los mismos y su fin es el bien común, ¿cómo entender una Asamblea, que más bien parece un barco de papel, que pone un huevo a cada boca que le sopla?

El barquito asambleario, acosado a babor y a estribor, a proa y a popa, ha ido cediendo el poder de su independencia política a los intereses particulares de grupos fácticos, que han pugnado por obtener del territorio de lo público beneficios adicionales.

Por eso para no chocar con el Concordato otorgan, y la injusticia era obvia, el derecho a celebrar matrimonios a los cristianos protestantes. Aprueban el Art. 30 a contrapelo del sentido común y del criterio de la sanidad pública. Rechazan el recurso directo por inconstitucionalidad. Y como si fuera poca cosa armaron gordo bullicio en la discusión de si los ríos, playas y lagos eran o son de dominio público. Tambalean hasta en la comprensión y defensa de lo que incontrovertiblemente es y deberá ser público. Si es que todavía se piensa en un destino compartido por todos los dominicanos.

A cada grupo de poder lo suyo y con ello hemos ido configurando en la Constitución un auténtico traje de arlequín. Multicolor y de parches.

En España se han derribado hoteles por traspasar la barrera de lo público y se ha llegado a reivindicar, para la sociedad, hasta los caminos reales y comunes como parte del patrimonio público, reglamentando su uso. Hasta donde se sabe a todas las playas nacionales llegaban caminos públicos. No se llegaba a ellas en paracaídas para respetar la propiedad de los terrenos privados circundantes. Comprar una finca nunca puede incluir la adquisición del río y sus playas.

La deontología democrática buscaba limitar el poder contra el absolutismo histórico, pero no para crear un nuevo absolutismo de lo privado. Así, el equilibrio sin sentido comunitario se pierde.

 

Publicado con autorización expresa de los autores. www.perspectivaciudadana.com
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