Opinión
 

EL CENTENARIO DE JUAN BOSCH

Por: Ramón Tejeda Read
Lunes 29 de Junio de 2009

Quienes lean su primer libro de cuentos—Camino Real—y revisen la vida que llevó y la obra que dejó tendrán que llegar a una conclusión: la vida de este hombre fue un proyectil dirigido a un solo blanco: el servicio a los mejores intereses del pueblo dominicano y de América Latina.

Cosa fascinante, aquel proyectil, lejos de perder impulso con el tiempo, fue cada vez ganando ímpetu con cada uno de los momentos determinantes de su vida.

El primero de esos momentos ocurre cuando en 1937 su obra literaria lo va perfilando como hombre público y tiene que salir al exilio para escapar de la asfixiante dictadura trujillista a la que combatió hasta verla caer.

Ese primer momento condujo al segundo, que fue de deslumbramiento y compromiso al descubrir la vida y la obra de Eugenio María de Hostos. En ese crisol acendraría su voluntad y sus convicciones.

El gobierno de 1963, el golpe de Estado alevoso y la contienda de Abril de 1965 son todo un tercer momento de una épica excepcional en su vida y un espacio más para seguir estudiando, luchando y conociendo las causas reales de los problemas de República Dominicana y de Nuestra América y condujo al cuarto momento: el encuentro con la teoría marxista de la Historia que aporta nueva vitalidad a su pensamiento y a su acción.

Mucho habría que decir de cada uno de esos momentos que propongo a grandes trancos y  mucho se ha dicho ya; pero quedarán muy cortos quienes crean que es posible separar tales etapas de la vida del Maestro, porque Bosch fue un hombre integral, de una sola pieza, sin dobleces desde Camino Real, hasta la última de sus alrededor de cincuenta obras.

Más aún, falta estudiar al Juan Bosch padre de familia para comprobar con cuánto amor y sabiduría comprendió y buscó en todo momento acompañar a sus hijos e hijas.

En su correspondencia se puede comprobar cómo pensaba en ellos y ellas en cada momento y cómo buscaba acompañarles siempre, con el mismo amor y el mismo empeño y dedicación con que se entregó a servir al pueblo dominicano y a América Latina; porque no vio nunca separación entre una cosa y otra y servir a su pueblo y a Nuestra  América y a su familia, todo en uno, era servir de la mejor manera a la humanidad.

Defectos, seguro que los tuvo como todos los seres humanos, pero ellos, como diría Martí de Bolívar, no son más que “manchas en el plumón del águila”. Por eso, para honrar su memoria tenemos el deber de ir siempre más allá de las declaraciones y apologías para dirigirnos al ejemplo, que es el único modo del que se puede y se debe recordar a Juan Bosch.

 
Publicado con autorización expresa de los autores. www.perspectivaciudadana.com
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