Opinión

 

EL DEBATE EQUIVOCADO: SUBIR O BAJAR IMPUESTOS

Por: Roberto Rodríguez-Marchena
Lunes 01 de Junio de 2009

La intención de lograr un acuerdo stand-by con el FMI que posibilitaría al Gobierno dominicano el acceso a préstamos por mil millones de dólares, y el temor, como condición para su firma, de una subida de impuestos, ha desencadenado un candente debate con la participación de economistas, empresarios, políticos del gobierno y de la oposición sobre la pertinencia o no de subir impuestos. Por supuesto, la mayoría de los opinantes, aunque de acuerdo con la firma con el FMI, se oponen a subir los impuestos.

Unos porque siempre han estado y estarán opuestos a subir impuestos y otros porque lo consideran inoportuno en medio de la recesión económica.

El secretario de Economía, Planificación y Desarrollo lo defiende –en verdad se ha limitado a pedir un debate sobre cómo construir un Estado fuerte- porque el Gobierno tiene presiones sociales que atender, el dinero no le alcanza y porque tendrá que dar garantías de pago por los mil millones de dólares en préstamos que entiende urgente contraer.

¿Subir o bajar impuestos es la respuesta a los males estructurales y dificultades actuales de la economía de los negocios y familias dominicanas?

Subir o bajar impuestos ha sido, es y seguirá siendo una conveniencia estatal obligada por circunstancias económicas y sociales -que son y serán, como se sabe, siempre cambiantes- y además, una política pública cuyo diseño responde al modelo de sociedad que sus líderes quieren conservar o alcanzar.

Al ser una respuesta política a partir de evidencias y no religión, no podrá consistir, como quisieran socialdemócratas fundamentalistas, en subir siempre y en cualquier circunstancia los impuestos, o como aspiran fundamentalistas neoliberales de que la respuesta estatal deba ser siempre y en cualquier situación bajar impuestos. El Estado y su poder ejecutivo, como gestor del plan de nación, propondrá la conveniencia, en un momento dado, de subir, en otro, de bajar los impuestos. Y a quienes, es decir, a cuales empresas o personas, subir o bajar los impuestos.

Subir o bajar impuestos es además una política pública dirigida a negocios, empresas, familias y personas concretas; es una contribución que se impone a personas físicas o jurídicas de acuerdo a sus ingresos y gastos para proveer o mejorar servicios sociales e infraestructuras públicas. Habrá siempre empresas y personas que podrán pagar más impuestos, otras que podrán menos; las habrá que resistan más impuestos, otras que no, porque las debilitaría al extremo de impedirles competir o sobrevivir. Más o menos impuestos sirve para estimular, proteger, favorecer empresas y personas, y no es, y ni por asomo podrá ser, un castigo o un instrumento para la concentración de la riqueza.

La queja de industriales, comerciantes, grandes, pequeños y medianos, de profesionales y asalariados de que algunas empresas o personas (clase media, en general) pagan muchos impuestos y otras pagan menos o nada (como las de zonas francas y las personas que tienen certificados en los bancos) es justa.

Como las hay que pueden pagar más y otras que quizás deban pagar menos impuestos de los que actualmente pagan, lo que ha venido haciendo falta es una reforma que cambie la estructura tributaria, para que las que no están pagando y/o las que pueden pagar más impuestos, paguen más, y a las empresas y personas que están sobrecargadas de impuestos, reducirles su carga. En esto hay que ser precisos: a cuáles sí, a cuáles no subir o bajar impuestos, también por sector de la economía, porque dentro de cada sector hay grandes diferencias.

Pero la respuesta para esa y otras políticas públicas las tiene que dar el modelo de sociedad y de economía que necesitamos y que permiten las circunstancias actuales y, por supuesto, el plan estatal para alcanzar ese modelo.

Discutir si subir o bajar impuestos, si tomar más o menos dinero prestado, si privatizar o estatizar, al margen de la discusión sobre el modelo económico y social que queremos y del compromiso de construirlo, no tiene otra utilidad que no sea intentar salvar una situación coyuntural y sin resultados garantizados.

El grave problema de República Dominicana es que quienes nos han gobernado y gobiernan se han limitado a gestionar un modelo económico y social que está agotado y han renunciado a cambiar ese modelo.

No es posible por más tiempo, como se ha dicho, que los enclaves de zonas francas y turismo no estén encadenados a la producción industrial nacional o agropecuaria; no es posible por más tiempo, vale agregar, que industriales, comerciantes, empresas constructoras y productores agropecuarios deban esperar la gracia de banqueros para producir bienes y servicios. La lista es larga.

Si no reconocemos el agotamiento del modelo y no nos disponemos a implantar otro modelo económico y social, cuyos perfiles aparecen ya muy visibles y no procuramos armar un plan para alcanzarlo, seguiremos pegando parches y dilapidando la oportunidad de aprovechar el inmenso deseo de producir y prosperar de los dominicanos y dominicanas.

 

 

Publicado con autorización expresa de los autores. www.perspectivaciudadana.com
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