Opinión

 

IRRITACIÓN ENTRE LOS CHIQUITOS

Por: Roberto Rodríguez-Marchena
Jueves 27 de Agosto de 2009

El modelo económico dominicano actual no provee suficientes empleos. Las mayores víctimas son los jóvenes menores de 25 años, mujeres, personas de ambos sexos mayores de 45 años y, por supuesto, aquellos con escasa o ninguna formación.

Para no hacer lo mal hecho, como dice el pueblo, para no delinquir, muchos desempleados improvisan negocitos con las habilidades que tienen. De esta forma consiguen los ingresos que debieron proveerle los empleos inexistentes.

Por eso, por todas partes, nos topamos con puestos de venta de comida, de frutas, de dulces, de chucherías, saloncitos de belleza, talleres de herrería, de mecánica, de electricidad, de ebanistería, ventorrillos y colmados; muchas mujeres preparan pastelitos, empanadas, pasteles en hoja, dulces, bizcochos por encargo o para colocarlos en cafeterías, comedores y colmados. Son un montón estos negocios, un montón tan grande como la imaginación y las oportunidades lo permiten. Eso habla muy bien del pueblo dominicano, en especial de los pobres y de la clase media que se niega, que se resiste a volver a ser pobre.

Los dominicanos y dominicanas, en su inmensa mayoría, somos emprendedores, creativos, audaces, trabajadores, fajadores y, antes que quejarnos, buscamos enfrentar la situación. Se me dirá que así son todos los pueblos del mundo. Lo creo. Hablo por los de aquí, a quienes conozco bien. Por eso digo que aquel que diga lo contrario es porque no conoce o no quiere a los dominicanos y dominicanas.

Pero, como todas las cosas que no se hacen de acuerdo a un plan, es decir sin orden y sin ritmo, el que está desesperado, tratando de resolver su problema dentro de la precariedad, instala el negocio en la acera, en la esquina, en el parqueo, y así muchos, que perjudican, afectan, el espacio público, la circulación, la salud y la tranquilidad de vecinos y vecinas.

La gente se molesta y protesta. Y la molestia sube porque el gobierno municipal no hace nada, se hace el sueco o está entretenido en otras cosas, que también son importantes.

Entonces ocurre lo que está ocurriendo: que la gente se lanza a las calles, se irrita contra sus mismos vecinos y el conflicto está plantado. A veces con violencia.

Los gobiernos municipales deben entender la naturaleza económico y social de estos conflictos vecinales que surgen y se multiplican para dedicarse a proteger con eficacia el derecho de vecinos y vecinas a la tranquilidad, pero al mismo tiempo encontrar dónde reubicar a estos emprendedores hombres y mujeres que, por no encontrar empleo, han tenido que creárselo ellos mismos. Más aún, apoyarles para que puedan mejorar sus negocios. Proindustria podría ayudar mucho a los ayuntamientos. Tiene soluciones, lo que no tiene es dinero. ¿Por qué no contactan a Rubén Bichara?

 

Publicado con autorización expresa de los autores. www.perspectivaciudadana.com
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