Opinión
 

YA ES HORA

Por: Ramón Tejeda Read
Jueves 11 de Junio de 2009

Dieciocho heridos, una residencia destruida y varios pequeños negocios seriamente dañados fue el resultado de la explosión de una planta envasadora de gas la semana pasada en un sector de la carretera de San Isidro.

¿Y cómo es posible que residencias, pequeños negocios y ciudadanos de a pie coexistan con una planta envasadora de gas propano?

Pues lo cierto es que en nuestro país todo es posible.

Hace mucho tiempo que tenemos  leyes, reglamentos y normas pero sólo para que reposen en los papeles, puesto que ni al gobierno central ni a los ayuntamientos parecen interesarles tales leyes, reglamentos y normas.

Pero resulta que gobierno y ayuntamientos se deben a la ciudadanía y que no es posible ejercer plenamente nuestros derechos de ciudadanos y ciudadanas si ellos no hacen  cumplir las leyes, normas y reglamentos concebidos para facilitar la convivencia  cotidiana.

Es decir, si no hay quien haga saber a los dueños de envasadoras de combustibles, de malhadados colmadones, lavaderos de carros, “liquor stores” –y cuanto negocio pueda pensarse— que sus derechos a negociar terminan donde comienzan los derechos de los demás ciudadanos y que, por tanto, no pueden instalarse donde les dé la gana y como les dé la gana.

Más aún, los ayuntamientos y las instituciones gubernamentales correspondientes están para garantizar un ordenamiento territorial y social que garantice los derechos de todos y todas e impidan los abusos. Esto es, los cabildos no pueden facilitar permisos de instalación de manera alegre y desconsiderada a negocios cuya actividad colida con los derechos de los residentes del lugar de que se trate.

Quien estas líneas escribe, por ejemplo, padece en carne viva, junto con los demás moradores de Villa  Alejandrina Segunda, en el sector 30 de Mayo, en el Distrito Nacional, lo que representa el desorden que hace infelices a tantos dominicanos y dominicanas en barrios y pueblos.

Allí se ha instalado un “car wash-liquor store-banca de apuestas-centro de diversión nocturna-freiduría y dios sabe cuántas cosas más” llamado El Metro (vaya la ironía) y con él se instalaron también el sucio, el escándalo, los problemas de estacionamiento y las desgracias de quienes aquí residimos.

Otro caso: recientemente, un estudiante de Pantoja (Santo Domingo Oeste) se me quejaba de cómo para poder leer o estudiar debía abandonar su sector, donde se lo impiden los ruidos infernales de colmaditos, colmadones, “car washes”, etcétera, etcétera. Síntomas todos, sin dudas, de una sociedad en peligro de disolución.

Los ricos se fueron a sus “penthouses” y villas; la clase media alta y los altos y medios funcionarios gubernamentales y municipales también se fueron a los suburbios. ¿Y la clase media baja y los pobres? ¿Quién vela por su derecho a la tranquilidad, a vivir con decoro y respeto?

Necesitamos instituciones que hagan cumplir las leyes, normas y reglamentos de que disponemos; que a la hora de tomar decisiones que afecten a las comunidades pidan a éstas su parecer; que en unión con las organizaciones comunitarias garanticen los derechos ciudadanos mediante una real gestión y supervisión de lo que ocurre en nuestros barrios; que realicen campañas serias de educación ciudadana; en resumen, que organicen nuestra sociedad de tal modo que podamos decir que vivimos en una sociedad civilizada.

Se habla mucho de la crisis económica, pero ya es hora de que prestemos más atención a esta permanente crisis social e institucional en que vivimos.
 

 

Publicado con autorización expresa de los autores. www.perspectivaciudadana.com
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