El discurso y los medios

En su discurso, el presidente Fernández revela que la inversión en educación ha pasado de 12 mil millones de pesos en el año 2004, a 25 mil millones este año, siendo el mayor incremento al sector educativo en toda la historia del país

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Una de las cuestiones más urticantes en la política moderna es la relación de los gobiernos con los medios de comunicación. Los observadores y opinantes se preguntan ¿cuál ha de ser la conducta ideal de un presidente frente a los medios de comunicación? ¿Deben atribularle sus denuncias, concederle una atención moderada o prestarle oídos sordos? 
 
Ello así porque existe una especie de “conjuro” entre los políticos y los periodistas. Los primeros por sí solos no alcanzan a comprender lo que la gente quiere, necesitan de los medios de comunicación para que se lo expliquen.  
  
Sin embargo, la mayor parte de los periodistas piensan con la “bilis” y no con la razón a la hora de plantear soluciones a los problemas que denuncian. 
 
Un asesor del ex presidente Bill Clinton analizando el fenómeno afirmó, “…los medios de comunicación no son demasiados buenos a la hora de establecer prioridades respecto de las preocupaciones del público o para imaginarse qué hacer respecto de ellas. A pesar de la hybris de los jefes de redacción de los diarios, hay un buen motivo por el cual dirigen diarios y no naciones. La mayoría carece de la suficiente comprensión política para gobernar sabiamente. Si sus editoriales fueran seguidos cada día, el camino en zig zag que tomarían los gobiernos nos dejaría estupefacto”.  
 
Traigo esto a colación luego de presenciar el discurso del presidente Leonel Fernández ayer. Si cotejamos los logros enunciados por él, tendremos que concluir forzosamente que gran parte del pesimismo que abate a los dominicanos está alimentado por la percepción de los medios de comunicación.  
  
Para muestra basta un botón. Piense el lector en el caso de la educación. Una parte de los medios de comunicación del país y organizaciones internacionales se han empeñado en mostrar un rostro gris de la educación dominicana.  
  
Afirman que ha fracasado y fotografían planteles destartalados, niños recibiendo docencia debajo de árboles, y hasta se llega a ridiculizar iniciativas como la de los centros de informática e Internet en remotas comunidades del interior.  
  
Sin embargo, en su discurso el Presidente muestra una realidad diametralmente opuesta. Revela que la inversión en educación ha pasado de 12 mil millones de pesos en el año 2004, a 25 mil millones este año. De paso, el mayor incremento al sector educativo en toda la historia del país.  
  
No menos asombroso es el hecho de que en el 2006 la economía dominicana haya experimentado su más alto crecimiento en los últimos 19 años, con una inflación de apenas un 5%, bajas tasas de interés e indicadores de desempleo en franco descenso.  
 
Tratando de encontrar una explicación a la incongruencia entre lo que presenta el Presidente y la visión de algunos medios, me ha llegado a la memoria una frase que, si mal no recuerdo, es de Maquiavelo, pero que  fue popularizada en el país por un notable editorialista. 
  
 “Un pesimista dominicano es un optimista bien informado”. Sin duda, una buena razón para aquellos escépticos herederos del “gran pesimismo dominicano” que aún no reconocen el avance del país, a pesar de nuestra pobreza. Como oráculos, ellos siguen reclamando “grandes medidas para solucionar los problemas nacionales”. Las computadoras en las escuelas, la reforma y modernización del Estado, los fiscales en los barrios y el plan de seguridad ciudadana les parecen “cucharaditas en el mar”. 


  
Namphi Rodríguez es periodista y abogado  

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