LLEGÓ LA HORA
LA MEZQUINDAD POLÍTICA; UNA FORMA DE MEDIOCRIDAD“El burro sabe a quien tumba y el diablo a quién se lleva”, es un refrán popular que habla de ello y que luego es tipificado cuando se le objetiviza de esta manera: “Si quieres conocer quién es Carlitos, dale un carguito”.Una manifestación de lo que ha sido el tradicional comportamiento de una gama especial de pseudos (as) dirigentes y dirigentas que se han enganchado en los partidos tradicionales que han dirigido los destinos políticos del país, en las últimas cuatro décadas, es la mezquindad política, que va íntimamente ligada a los celos, al temor y la inseguridad que produce la mediocridad. Pero si la ubicamos en toda su extensión, la mediocridad abarca más que eso, y es aquella que permea tanto el comportamiento del individuo, en función de querer sobresalir, que le lleva a “romper corozo”, no importa que el escenario no haya sido construido para darle “vasela” a nadie, ni para medir la capacidad dirigencial de los demás; el o la mediocre se las ingenia tratando de escoger escenario, o haciendo llegar un papelito a quien tenga en las manos el micrófono, o a meter la cuchareta y, en última instancia, tratar de provocar situaciones enojosas con tal de ser tomado o tomada en cuenta. También hay un ingrediente importante en las agendas de las mediocridades políticas vernáculas y éstas hablan de la actitud que asumen de pretender sobresalir, tratando de opacar la figura del otro o de la otra, usurpando protagonismos y manejando aplausos concertados con anterioridad a través de coriferos y adláteres de bajo nivel y poca monta. Se agencian primacías que no han logrado conseguir a su favor por sus comportamientos. El o la mediocre político(a) además de estar revestido(a) de mezquidad, son seres castrados y desfasados que han vivido todo el tiempo del contubernio, las tratativas y deslealtades. Pretenden un ascenso social a costa de la corrupción y el dolo, porque no han podido ascender socialmente ni por su intelecto, ni por su preparación profesional. Son personas que no tienen el reconocimiento de la sociedad que le rodea y por eso actúan sin escrúpulos en el sub-mundo de su perversidad. Estos personajes van siendo aislados y sus posibilidades van disminuyendo en la medida que el pueblo va tomando en cuenta sus comportamientos y, aunque aletean en sus estertores de postración en que van cayendo, se dimensiona aún más frente a la gente todas sus hipocresías y la doble moral de la que se han cubierto. No son leales, pero aparentan incondicionales; no son amigos(as) ni compañeros (as) de nadie, porque en su egoísmo y envidia, por no haber podido conseguir estabilidad emocional, ni familiar en su promiscuo batallar, tratan de utilizar de trampolín una sexualidad gastada para poder agenciarse lugares de preponderancia, con el fin de satisfacer sus bajos instintos y ambiciones personales. Por eso representan un engendro social, una mutación biológica de todo lo que ideológicamente debe encarnar un liderazgo sano y capaz de conducir a un camino diferente al pueblo que ya está cansado de validar con su voto personeros y personeras de esta calaña, presentados y presentadas hasta ahora, como opciones en las boletas electorales partidarias. Por eso hoy, la mezquindad política de los y las mediocres que han morado en las lides partidarias en nuestro país, están cada vez mas desacreditados(as) y, solamente pueden caber en pequeños grupejos que perviven todavía, como lacras enquistadas, porque no tienen otro lugar donde morar, ya que la institucionalidad lograda dentro de las filas partidarias del país, se ha ido imponiendo, emergiendo un nuevo liderazgo, embestido de una sanidad personal que tiene su potencial acreditado, al exhibir una conducta moral y comportamiento ético, que irá creando la vacuna que produzca la inmunidad permanente para extirpar esta pandemia social, que rescate la imagen del liderazgo político local y nacional.
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