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				"CASOS, RUMORES, MENSAJES Y ALGO MÁS"
				Animaladas 
				Que no nos gusten los animales es una cosa. 
				Que pretendamos ir por la vida como si ellos no existiesen y 
				como si no fueran una creación de Dios,  es otra. Todavía peor 
				es actuar contra ellos con gran crueldad y descuido.    
				Si bien reconozco que entre nuestro pueblo 
				hay muchas personas que gustan de las mascotas y que están al 
				tanto de los pormenores en cuanto a cuidarlas y alimentarlas y 
				que tienen  conocimiento sobre el papel de estas hasta para 
				efectos terapéuticos, hay una inmensa mayoría muy ajena a tan 
				siquiera una pizca de misericordia para estos seres vivos que 
				son parte del equilibrio ecológico. Son ignorantes de las 
				bendiciones que los animales  proporcionan a la vida del ser 
				humano.   
				Lo que no acierto a comprender es porqué 
				nuestro pueblo es así, siendo que fuimos colonizados y tuvimos 
				influencias de países para los que la fauna ha significado 
				mucho. Puede verse que en la mayoría de los países europeos la 
				gente gusta de los perros, los gatos y otros animales; lo mismo 
				ocurre en los países más aventajados en cuanto a la educación en 
				América ¿Dónde se descompuso, pues, la cosa? ¿Cuándo fue que se 
				engendró ese odio y repulsión que algunos tantos sienten por ese 
				otro grupo de seres vivos? Por ahí dicen (que no lo digo yo, que 
				se sepa), que es una herencia del negro esclavo que todos 
				llevamos dentro, pues los negros en esos años de infortunio, 
				eran tratados peor que muchos animales, lo cual les ha creado un 
				resentimiento hacia estos, que ha pasado de generación en 
				generación y que sus descendientes hoy externan.  
				Tengo vecinos que de sólo ver un perro a la 
				distancia ya están adoptando escenas ridículas en medio de la 
				calle con un temor irracional porque dizque el perro los va a 
				morder. Y ¡Ay! Si por cosas del otro mundo el animalito ladra, 
				ahí va la vecina jurándole a todo el mundo que el perro “le voló 
				arriba”. Más adelante está pagándole a un par de mozalbetes para 
				que tiren veneno en la casa donde tienen el perro para terminar 
				con esa molestia. Patético.  
				¡Qué linda son las aves cuando entonan sus 
				trinos! Pero Cuasimodo Pérez, vecino que vive a cuatro casas de 
				una que no es la mía, oye los cantos y comienza a alzar su 
				cabeza por entre las matas de cayena, mirando y acercándose cada 
				vez más a donde parecen los sonidos provenir. Sus ojos se 
				percatan de la presencia del nido con diminutas avecillas que 
				esperan a su madre para que las alimenten. Sin embargo, 
				 Cuasimodo no está en planes de contemplar la naturaleza ni que 
				ocho cuartos, por lo que se agacha, toma una piedra lisa de río 
				y de un solo remazo hacia arriba, termina con las vidas de los 
				pequeños pajaritos, sólo por darse el gustazo de verlos morir. 
				Luego se va a su casa como Juancito el caminador y sigue tan 
				campante como si nada hubiera hecho.   
				Es triste decirlo, pero cada vez que un 
				grupo de nuestros hermanos dominicanos ve un animal extraño o 
				desconocido, la reacción inmediata es matar: A la culebra porque 
				es culebra, a las lechuzas dizque porque son brujas; al caimán, 
				a la hicotea, a la jutía, al hurón y a todo cuanto no sea 
				cotidiano, vaya usted a saber porqué.   
				Hay otros que quieren tener animales en sus 
				casas pero no quieren atenderlos. No saben cómo atenderlos, ni 
				mucho menos quieren aprender, ni que nadie les diga cómo. Para 
				ellos los perros son muebles; por eso los tienen en cadenas en 
				los patios, a agua, sol y sereno, rodeados de heces y cuanta 
				podredumbre y hediondez le quede cerca.  Tortura de la más 
				asquerosa estirpe sobre animalitos que todavía sacan fuerzas 
				para moverles la cola en señal del amor que sienten por sus 
				malvados dueños.  
				He visto, perplejo,  como estos 
				inconscientes, rupestres por idiosincrasia, suben a las perras a 
				las azoteas de las casas cuando están en época de celo sin 
				disponer tan siquiera de un refugio contra el sol.  La animal, 
				deshidratada, da vueltas por el techo mirando hacia abajo como 
				implorando compasión ante su martirio y el dueño abajo está 
				enojado porque entiende que la perra desea que la bajen para 
				buscar perros.  
				Y qué decir de los que botan los cachorros 
				en toda la barriada. Los que los ahogan, los que les tiran los 
				carros arriba para ver cómo compactan sus cuerpos en el asfalto. 
				Los que llevan los perritos a la casa y desde que se enferman, 
				prefieren botarlos antes que curarlos.   
				Si usted cree que Dios no castiga por las 
				crueldades que hacemos en contra de los animales, despierte, 
				pues también su cuidado por ellos el Creador ha tenido y  no 
				tendrá por gracioso al que maltratare a su creación. Así que 
				espere el yucazo si usted es de los que entra en este grupo.  
				  
				[email protected] 
				  
					
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