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				"CASOS, RUMORES, MENSAJES Y ALGO MÁS"
				RUMBO AL PUERTO DE ORIGEN 
				Hay quien ha dicho que la vida es un eterno 
				círculo. Que todo viene y va, y vuelve nuevamente a lo que fue.  
				Cambian los aparatos, aumenta la ciencia, pero el hombre y los 
				hechos siguen tales y como fueron por milenios. Basta abrir un 
				periódico de esta patria de una década cualquiera en el pasado, 
				para comprobar, no solo que repetimos nuestra historia, sino que 
				la repetimos más aceleradamente que cualquier otro pueblo del 
				mundo.  
				La novela, si se quiere, es siempre la 
				misma: Corrupción en todos los estratos sociales y en todas las 
				instituciones; las luchas inermes de los que no tienen nada 
				contra la indiferencia de los que lo tienen todo; demandas, 
				apagones, clamores al gobierno para que solucione tales o cuales 
				problemas; la creencia de que tal o cual líder tiene la solución 
				en sus manos, etc.  Lo cierto es que nunca se acaba el 
				círculo vicioso.  
				Un elemento que sí podemos señalar que ha 
				variado (aunque no en el tipo de hecho, sino en los actores), es 
				la participación de jóvenes en la creciente ola delictiva que 
				azota nuestro medio. Y es que hay un elemento nuevo que no 
				existía o al menos no era del consumo masivo entre nuestros 
				jóvenes: Las drogas.  
				La juventud de hoy, cada vez más 
				influenciada por los estereotipos servidos por los medios de 
				comunicación, que no promueven el trabajo, sino todo lo que sea 
				diversión y hacer lo que te diga el corazón como elementos 
				liberadores del yo, enfrenta crecientes frustraciones al 
				comprobar por si misma que la vida no es una película ni una 
				novela. Que es muy probable (como dicen Les Luthiers), que “si 
				naciste feo y pobre tengas todas las posibilidades de que, 
				cuando crezcas ambas cosas se te multipliquen”. Por eso, 
				pretenden crear un mundo de escape a través de las ilusiones que 
				proporcionan las sustancias prohibidas.  
				Con el paso del tiempo, lo que fue escape 
				se convierte en adicción, y la adicción no sabe ni conoce de 
				límites o carencias. Por eso, al convertirse en adictos, los 
				individuos se transforman en seres dispuestos a cualquier acto, 
				inmoral o delictivo con tal de satisfacer aquella necesidad que 
				devora sus cerebros.  
				Este problema que va en aumento, sumado al 
				ejemplo de corrupción que dan nuestros políticos en sus 
				respectivos turnos de ser autoridades y, sumado a las mentes 
				retorcidas que piensan que vivimos en la ley del más fuerte y 
				añadiendo por último la indiferencia de una sociedad 
				desilusionada porque desde la muerte de Trujillo no existe y 
				parece ser que no existirá un nuevo liderazgo realmente 
				comprometido con las necesidades de la gente, darán al traste 
				con el equilibrio social que hemos anhelado por años y años.  
				Es como si estuviéramos dando la vuelta otra vez a los tiempos 
				de “Concho Primo” cuando nuestros abuelos andaban con el arma al 
				cinto porque no se sabía de dónde saldría el maleante que 
				pondría en peligro su vida y las de su familia.   
				Si todavía no se convence de que son los 
				tiempos del Viejo Oeste envasados en años modernos es porque ni 
				siquiera ha leído cómo los dichos contra una mujer, en una 
				discoteca de Santo Domingo, trajeron consigo un saldo 
				terrorífico de tres muertos y casi cuarenta armas recogidas 
				entre el parqueo y los vehículos que se hallaron en la ruta de 
				escape de los que se enfrentaron en ese duelo estéril.  
				No es que seamos fatalistas ni que queramos 
				mirar siempre todo del lado negativo. Tratamos más bien de 
				despertarnos a ver si los que todavía creemos en la viabilidad 
				de nuestra patria nos unimos y dejamos ya la cháchara política y 
				el estarnos llevando la contraria presumiendo de líderes para 
				concentrarnos en un cambio. Si persistimos en ignorar nuestra 
				realidad, volveremos inevitablemente a la dictadura, a las 
				explosiones, a las luchas y a las intervenciones.  No es 
				seguro que nuestra vida nos de para sufrir tanto. 
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