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				SECUELAS DE UNA GUERRA IDEOLÓGICA 
				7-11-2007 
				Los tiempos en que vivimos son el producto 
				de todos los procesos históricos que han sucedido en el pasado 
				reciente,  pues directamente han incidido en nuestras formas de 
				actuar, pensar, liderar y hasta de vivir. Somos como somos y 
				somos el balance que nos han legado situaciones mundiales sin 
				precedentes.  
				Comprender por qué nuestro mundo presenta 
				sistemas políticos y económicos poco seguros, inestables, 
				desiguales y contradictorios no es fruto del azar.  Son,  por 
				denominarlos de manera persona, l "las secuelas de una guerra 
				ideológica" en la que el hombre ha estado inmerso desde hace 
				siglos.  
				Ha de recordarse como el hombre dejó de 
				amedrentarse por el poderío religioso y como decidió partir de 
				sus propias concepciones y presupuesto intelectual adquiridos de 
				procesos como el Renacimiento, Humanismo y   Enciclopedismo. 
				Pero no sólo de ideales sustentó su razón de ser sino de 
				pensamientos liberadores, patrióticos y exigentes de derechos y 
				propulsores de deberes; lo que se resume en la Revolución 
				Francesa, Industrial y la Independencia de cada uno de los 
				países que así lo concibieron y que trazaron las pautas para 
				impulsar a otras nacientes naciones y Estados, en especial la 
				Independencia de los Estados Unidos de América.  
				No bastó  que el pensamiento humano 
				evolucionara,  pues sus ideologías e intereses particulares 
				comenzaran a cambiar y los deseos de un expansionismo surgieron 
				hasta que,  de manera imperativa, lograron para bien o para mal 
				sus objetivos. Mencionar las dos Guerras Mundiales que ha vivido 
				la humanidad es para muchos el recuerdo de años nefastos y la 
				época en que como especie racional,  el hombre fue benigno y malévolo. Pero, el recuerdo no sólo se limita 
				a las bombas, armas, genocidios… se adhieren a ambos 
				enfrentamientos bélicos una lucha indirecta de ideologías, 
				pensamientos y modos de vida donde el poder es lo que prevalece 
				como elemento de tensiones urgentes de paz.  
				La famosa "Guerra Fría" no fue más que un 
				enfrentamiento político, ideológico, económico, tecnológico y 
				militar entre dos grandes potencias:   una que planteaba el 
				capitalismo de parte de los Estados Unidos y otra que proponía 
				el comunismo de parte de la antigua Unión de Repúblicas 
				Socialistas Soviéticas (URSS).  
				Como parte de un análisis a esos años se 
				observa como dos antiguos aliados que hacían frente a Alemania 
				precisamente toman su capital y no necesariamente tienen sus 
				conflictos cara a cara,  sino con los aliados de ambos donde de 
				por medio rondaba la incertidumbre de una tercera guerra mundial 
				en lo que surgen organizaciones mundiales en mira a 
				contrarrestar al adversario y a propiciar la paz entre las 
				naciones entre las que se citan: la
				
				OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), en
				
				1949   y la Organización de las Naciones  Unidas (ONU) en 1945.   
				Lo interesante es que el término de la 
				Guerra Fría sucedió cuando las naciones liberadas de Europa 
				Oriental eligieron gobiernos democráticos y se unificó Alemania, 
				se detuvo la carrera armamentista y la competencia ideológica 
				cesó al ponerse en duda el comunismo.  
				El presidente estadounidense, George Bush, 
				 declaró la necesidad de un  “nuevo orden mundial”  para 
				sustituir la rivalidad de las superpotencias que había dividido 
				el mundo y alimentado la Guerra Fría.  
				Así vemos que el mundo ha tenido sus 
				cicatrices y producto de esto las repercusiones han sido 
				ilimitadas. En nuestro contexto y como país, nos encontramos en 
				la actualidad en un proceso en que los políticos tienen una sed 
				de poder incomparable, nos embarga la globalización y nuestra 
				situación económica no es la más favorable para un supuesto 
				desarrollo que en promesas politiqueras nos han vendido mientras 
				los fondos son asignados a una campaña reeleccionista y 
				malintencionada por adversarios que no enfrentan al oponente con 
				responsabilidad pero que sí atacan sus buenas o malas hazañas.
				 
				También hay que criticar con ahínco que la 
				Guerra Fría  ha dejado sus resultados en nosotros y en especial 
				en las últimas generaciones donde los jóvenes no tienen un 
				sentido de progreso sostenido sino una falsa ansiedad creada por 
				patrones de vidas extranjeros, promovidos por la invasión 
				publicitaria.  
				El pasearse en Audis, Jaguares, Navigators, 
				Mercedes y otras marcas supervaloradas en un barrio o ciudad 
				donde el hambre impera y las calles parecen cráteres lunares con 
				huecos y más huecos;   se ha vuelto costumbre. La idea de una 
				vida "Light" y la cultura del  "lounge", donde todo es fácil, 
				han invadido las mentes de esos consumistas empedernidos que 
				todavía no son independientes pero sí libertinos.  
				Para no sólo culpar a la juventud que 
				pronto será relevo de lo actual,  bastaría preguntarse si aún la 
				Guerra Fría está actuando entre nosotros aún en un proceso de 
				integración comercial, así que existe la mano imperante de 
				superpotencias que escudados de pactos multilaterales seguirán 
				robusteciéndose aunque un progreso no tan excelso se vislumbre 
				en las naciones que se encuentran en vías de desarrollo.  
				Basta analizar la palabra "competitividad", 
				 que según Andrés Vanderhorst, principal representante del 
				Consejo Nacional para la Competitividad, es el grado en que nos 
				encontramos preparados para ser óptimos en las áreas económicas 
				y de servicios ante el proceso de globalización y apertura a 
				mercados internacionales como país y con nuestros principales 
				productos de exportación, es decir la habilidad y posibilidad de 
				poder imponer nuestros productos en mercados internacionales con 
				calidad y eficiencia total. Si relacionamos esta concepción 
				veremos las secuelas indirectas de una lucha donde la 
				integración de países todavía encubre los intereses propios por 
				imponerse con estándares superiores de calidad, servicio, 
				eficiencia y excelencia, los cuales no podrían juzgarse pero sí 
				relativizarse.  
				Por consiguiente, modificada y adaptada a 
				la contemporaneidad sí prevalece la Guerra Fría porque estamos 
				sedientos de tecnologías, de imponer creencias, políticas y 
				formas de vida y para esto no hay que mirarnos en otros espejos. 
				Basta con sentarnos en el último sillón del salón y observar la 
				pre- campaña o candidatura con miras a las elecciones 
				presidenciales del año venidero para convencernos que muy bien 
				articuladas están las artimañas de la guerra ideológica, 
				alimentadas por la publicidad y la propaganda que tan 
				hermosamente posicionan un producto en las mentes de sus 
				consumidores aunque se imponga un reglamento electoral que 
				regule este proceso. Para ser francos, todo esto es parte de 
				esas secuelas de una guerra que aún no culmina.  
				
					
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