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				DE Y PARA ABOGADOS 
				Una reputación bien ganada no puede 
				perderse así por así. La reputación es sinónimo de nombradía, 
				prestigio, honra. La fuerza del tiempo contribuye a ganarla. Se 
				trata de ir paso por paso, escalón tras escalón. No se puede uno 
				desviar el mínimo centímetro. Hay que ser siempre transparente, 
				ir despacio tras su conquista. No se adquiere de la noche a la 
				mañana. Se necesitan muchas privaciones, limar los deseos, 
				luchar contra nuestros instintos, pero una lucha encarnizada, 
				sin tregua. La más mínima torcedora contribuye a dilatar, como 
				si fuera una simple hoja de papel, una reputación bien ganada. 
				No se nace con reputación, se va haciendo poco a poco a fuerza 
				de privaciones.   
				Los abogados son la hez de la historia, eso 
				dijeron. Nuestro país esta podrido, inundado de esos licenciados 
				sin vida propia que hacen de su carrera un manantial de 
				podredumbre. El derecho como arte o como ciencia es hermoso, es 
				lo que más se parece a Dios porque dentro de sí leva el germen 
				de la verdad y la justicia. Mi entendimiento no es muy agudo, 
				quizás la pequeñez de mi inteligencia no permita que comprenda 
				por qué hay tantos seres que se dañan al estudiar esa carrera. 
				Por qué hay  personas con educación familiar que sucumben ante 
				don dinero. Un abogado estafador es más peligroso que un asesino 
				suelto. El asesino mata una vez, dos veces, hasta ser 
				descubierto, el abogado mañoso se pasa la vida engañando a todo 
				el mundo y muere siendo un estafador. Y es que al valorar el 
				tener, no el ser, el hombre se deshumaniza tratando de alcanzar 
				ese tener. El consumismo salvaje que se ejecuta en gran escala 
				en el norte nos ha sido importado sin que estemos preparados 
				mentalmente para defendernos de él. Estamos atrapados en un 
				bombardeo incesante.   
				Vivimos en un tiempo en el que tiene cosas 
				materiales es importante, el que no tiene no representa nada 
				para la sociedad. Se idolatran las fortunas habidas de buena o 
				mala forma, nos postramos ante los pies de los que tienen, nos 
				burlamos del pobre.   
				De ahí que nuestros jóvenes aspiren a tener 
				no sabiendo que cuando se tiene conciencia del ser, ya se tiene. 
				No hace falta el dinero cuando espiritualmente somos ricos. 
				Muchos creen que la sociedad esta ciega, no, no lo está. Las 
				actuaciones de cada quien se marcan en su historial y tarde o 
				temprano hay que pagar el precio.  
				
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