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				HOMBRES Y MUJERES SOMBRA 
				La historia se repite. Los sucesos se 
				repiten. La vida da vueltas en círculos. Hoy me levanté con buen 
				ánimo, lleno de energías, ansioso por llegar a mi trabajo. 
				Laboré durante todo el día con el entusiasmo de un aprendiz.    
				Me he sentado en este teclado a esta hora, 
				casi las doce de la noche, después de mirar parte del programa 
				del famoso Luciano en el canal 3. Observé,  desolado, la gran 
				cantidad de hombres y mujeres sombras congregados en el 
				Polideportivo de Puerto Plata. Sentado estoy casi sin ganas de 
				contar nada, un tanto preocupado, meditabundo.  ¡Cuántos hombres 
				y mujeres sombras bailando al ritmo de “yo sigo subido en el 
				palo”!    
				Hasta el #1 de la nación se vio bailando 
				con las manos delante como el que baraja las cartas, al estilo 
				Mayimbe. Sigue y seguirá subido en el palo. No sé hasta cuando, 
				pero creo que como van las cosas seguirá subido, por lo menos 
				hasta mayo del 2008, cuando sus esfuerzos por mantenerse serán 
				más arduos y el riesgo de que lo apeen del palo más grande.   
				Siento pena. Vergüenza. Lo que le 
				criticábamos al gobierno pasado está sucediendo ahora sin más ni 
				más. Un centenar de jeepetas parqueadas en los alrededores, 
				medio centenar de policías de AMET desplegados por todos los 
				rincones de la ciudad. Decenas de vehículos de la policía con 
				las luces encendidas, un helicóptero hiriendo con sus aspas 
				asesinas el aire tranquilo y sosegado de esta villa, miles de 
				servidores públicos aupando una precandidatura que no es más que 
				la realización de actos que ya fueron. Actos reeleccionistas 
				criticados acremente en su momento, pero que ahora sí se 
				justifican. Ahora son buenos.   
				Parece que lo que es malo para los blancos 
				es bueno para los morados. ¡El poder, sí, el poder que todo lo 
				puede, que todo lo compra, que todo lo corroe! ¡Cuántos hombres 
				y mujeres sombras! Tal vez esté empleando mal el término sombra 
				porque lo estoy usando como adjetivo cuando debería usarlo como 
				nombre. Sombras. Eso es lo que son.  Sin ánimos de sarcasmo 
				sería interesante hacer el ejercicio de cambiar sus nombres por 
				la palabra sombra. Sería algo así como Sombra Jiménez, Sombra 
				Abreu, Sombra Hernández. Todos son sombras y la mayoría cobra su 
				cheque mensual por ser sombra.  ¡Tamaño trabajo ese!   
				A las sombras no les preocupa nada. Tienen 
				sus problemas resueltos,  por el momento. Algunos saben que a 
				más tardar el lunes, le acreditarán a su cuenta un millón de 
				pesos porque ahora a las ONG´s les han cambiado el nombre.  La 
				mayoría de esas sombras tienen sus problemas resueltos y eso da 
				pie a que la risa, el gozo, la chercha se eleve a su máximo 
				exponente. ¿Quién no goza al ritmo de un buen merengue como ese? 
				Cualquiera goza, pero lo hace aun más el que sabe que tiene unos 
				cuartos depositados en una cuenta con los que resolverá sus 
				problemas. No tiene dolor de cabeza cada vez que va a una 
				estación de combustible a pagar $154 pesos por un galón de 
				gasolina porque no la paga, no sufre cuando va al supermercado y 
				se encuentra con que los precios aumentan cada día, el colegio 
				de sus hijos lo tiene resuelto por obra y gracia del “arduo” 
				trabajo que desempeña, no le importa la factura eléctrica, ni la 
				factura de teléfono cargada de impuestos. En su subconsciente 
				sabe que esos cuartos regalados dan para mucho.   
				Entre los que estaban sentados vi muchas 
				caras conocidas. Lo malo es que no les conozco oficio. Sé que 
				los veo en la calle en lujosas Jeepetas, pero confieso que 
				aunque algunos tienen su profesión, no las ejercen. Y me quedo 
				mudo y me revuelco en mis pensamientos apesadumbrado sin 
				respuestas.   
				Porque mientras eso sucede, las masas más 
				desposeídas miran impávidas el espectáculo deprimente. Lo que 
				era malo para los del pasado reciente, al parecer es bueno para 
				los de ahora. El dispendio, el despilfarro,  la dilapidación.   
				Porque mientras cientos de millones de 
				pesos se escabullen por el sumidero, comprando conciencias, 
				dando prebendas, regalos, comprando combustibles y repuestos 
				para los vehículos comprados con el dinero de los impuestos, 
				seguimos varados en el lodo.   
				¡Qué se sepa! El pueblo no está subido en 
				ningún palo. El pueblo está mirando desolado, sin memoria, desde 
				abajo hacia arriba, quizás esperando que el león deje escapar 
				algún hueso pelado que le quite el hambre de educación, de salud 
				y de esperanzas.     
				Me confieso un soñador. Me confieso un 
				romántico, todavía. Me confieso idealista iluso. Quizás un 
				desaforado inconforme que debería callarse la boca y meterse 
				debajo de la cama para evitar que un día de estos algún naricita 
				parada, vestido con los colores del poder, le escupa el rostro y 
				tenga que meterse el rabo entre las piernas.  ¡Sí, porque guapos 
				sí que son cuando están subidos en el palo! ¡Todos!  
				
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