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				LA CIUDAD DE 
				LAS VACAS SAGRADAS
				13 de Mayo de 2009
				La facilidad con que el 
				ser humano se acostumbra al entorno hace que situaciones 
				absurdas pasen como válidas, pasan desapercibidas, muchas veces, 
				no por falta de observación, sino porque “la costumbre hace 
				ley”. 
				Hago este preámbulo para 
				referirme al caso del desmonte sistemático de la flora de la 
				montaña Isabel de Torres. Por una noticia aparecida en este 
				diario digital sobre la situación de esa reserva natural, hemos 
				escuchado diferentes voces refiriéndose al tema.   
				El urbanizador de esos 
				terrenos es reincidente en este tipo de barbaridades y es 
				reincidente porque nadie, absolutamente nadie en Puerto Plata se 
				atreve a alzar la voz quizás por temor a perder sus empleos o a 
				que le quiten la publicidad de sus programas, periódicos, 
				porque, una cosa es cierta, sus tentáculos llegan lejos, muy 
				lejos.   
				Escuchando al Lic. 
				Carlos Finke, gestor de Medio Ambiente en la zona, diciendo que 
				todo está bien, que la montaña está bajo control, que los 
				trabajos se han paralizado, que ya no hay gredars, palas ni 
				hombres trabajando, le doy la razón en lo que concierne a que 
				ahora mismo no se está trabajando, pero en cuanto a que 
				llevaban, hace un tiempo, un ritmo acelerado en el desmonte de 
				todo tipo de árboles y construcción de calles, de eso no hay 
				dudas. Las fotografías están ahí, hablan por sí mismas.  Al 
				cuerpo de la loma “protegida por ley” se le ha rasgado parte de 
				la dermis, una gran parte.   
				Es justo reconocer que 
				ese funcionario pudiendo vivir como puede vivir, sin prisas ni 
				sobresaltos, muchas veces tiene que levantarse a  las tres de la 
				mañana porque lo han llamado denunciando un atropello contra el 
				medio ambiente.  Yo mismo me he preguntado a veces, qué hace un 
				profesional de su talla surcando un terreno tan movedizo como el 
				político.   
				Lo cierto es que, aun a 
				sabiendas de que el inicio de las discusiones en torno al 
				desmonte de esa montaña, en esta ocasión, se originó por otras 
				cuestiones que en su momento también me tocará aclarar, la 
				realidad nos arropa.  
				Cada ciudadano es 
				cómplice de la atrocidad y que conste, que estoy hablando por mí 
				mismo, no por nadie, ni enviado por nadie. Si la prensa de 
				Puerto Plata ha permitido, como permite, que continúe esa 
				barbaridad, ella es también cómplice.  Y sé que por esta 
				afirmación me van a crucificar, no me importa, que hagan lo que 
				tenga que hacer porque la mejor prueba de lo que estoy diciendo 
				está ahí arriba, solo hay que subirse al teleférico para 
				observar el abuso que a través de los años se ha estado 
				cometiendo. Si dicen que están dentro de la ley que lo estén, 
				entonces habría que buscar culpables en el Congreso, pero de que 
				hay culpables los hay y de que han estado depredando también. Si 
				los socios de ese nuevo proyecto se sienten ofendidos, no los 
				conozco, pero sé que dentro de ellos hay clientes y amigos, les 
				pido disculpas, pero es injusto que se siga depredando, con  
				permiso o no, consciente o inconsciente, una reserva natural 
				como esa, con la única finalidad de enriquecerse.  
				Si la ley está 
				permitiendo eso, entonces lo que hay que hacer es modificarla, 
				lástima que la complicidad llega más allá de lo que uno se 
				imagina.  
				  
				
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