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Señores, las cosas que tiene que vivir el ciudadano común
en este país no tienen nombre. La semana pasada, como parte del trabajo
que hago como abogado y corredor de seguros, me dirigí a La Vega a darle asistencia a
unos de mis clientes, el cual había sufrido un accidente
automovilístico. Mi cliente iba a cruzar una intersección, se detuvo,
miró, no vio nada y de repente vino esa motocicleta como a 150 kilómetros por
hora y le impactó en la puerta derecha trasera del vehículo. El motorista
falleció con el impacto.
Una multitud enardecida por poco lo lincha como si fuese él
quien conducía a 150
kilómetros por hora o como si fuese él quien provocó el
accidente. A diario escuchamos las mismas historias: accidente,
muerto, multitud, golpiza, asalto, robo, rotura de cristales y hasta quema de
vehículo. Lo que pasa en este país no está escrito en ningún sitio, no
está ni será escrito. Cuando desorden.
Pues resulta que como el cliente tiene en su póliza de
seguros el servicio de Casa del Conductor, mientras conducíamos a darle la
asistencia, llamamos a esa institución y ellos enviaron un agente de AMET a
buscarlo a La Vega
para llevarlo a Santiago.
Llegamos casi al mismo tiempo. Lo trasladan a Santiago,
donde después de tomarle las declaraciones, tomar los originales de la
licencia, la cédula, el seguro, le solicitamos a las autoridades judiciales que
lo dejaran ir a dormir a Puerto Plata con el compromiso de estar al día
siguiente, a las 8:00 a.m., de vuelta. Nos autorizaron.
Volvimos al día siguiente a la hora pactada.
Pasamos casi el día completo esperando el
certificado médico y el acta de defunción y ya pasadas las 3 de la tarde,
nos dijeron que volviéramos al día siguiente ya que el expediente no se había
podido completar. Al día siguiente fuimos directamente al Tribunal de
Tránsito de La Vega
para que le conocieran la medida de coerción correspondiente.
Cuando se examinan las piezas que componen el expediente,
nos damos cuenta de que en los documentos que AMET La Vega envió, aparece una
señora adicional como lesionada. Cuando se le pregunta a mi cliente que
si sabía que había una tercera persona involucrada, dice que no, que era una
sola persona la que iba en la motocicleta y la que yacía tendida en el suelo.
No se sabe de donde apareció esa lesionada. Muy importante fue la integridad
demostrada por el Ministerio Público de esa localidad que acogió la declaración
de la imputada.
Bueno, pues continuamos, se le conoce la medida al
cliente, le imponen fianza y presentación periódica. Le pregunté a la
autoridad judicial por la autorización para retirar el vehículo de AMET La Vega y delante del mismo
capitán M de AMET, me dicen a viva voz, vaya, que el capitán se lo va a
entregar. El capitán M asintió personalmente frente a mí. El
capitán M es un de tipo bajo, 5´7”, aproximadamente, trigueño y con
cara de gente que no tiene amigos.
Era mediodía, en lo que recogíamos, nos montamos en el
vehículo, nos dieron las 12.30, hora de comida. Le digo a uno de los
acompañantes, te apuesto peso a moriqueta que el capitán M no está. Dicho
y hecho. Andaba en su hora de almuerzo. Le explico al escribiente y
me dice que si no tengo la autorización por escrito no puedo retirar el
vehículo, le solicito que llame al capitán M y le recuerde que el Ministerio
Público le ordenó que me entregara el vehículo, cuya custodia, dicho sea de
paso, correspondía a Casa del Conductor Santiago.
El escribiente no entiende nada. No quiere entender. Veo en
su rostro esa risa minúscula, casi imperceptible que produce la victoria
pírrica de saberse dueño del mundo en un momento. La burla es obscena,
hedionda, pecaminosa. ¡Pobres ciudadanos! Me dice que vuelva a las 2.30
que es la hora en la cual regresa el capitán M. Nos dirigimos a un
pequeño restaurant, no muy lejano del destacamento, en la sobremesa comenté que
si nos topábamos con el capitán M hoy, éramos los más suertudos del mundo. Ay!,
la experiencia. Así fue.
Regresamos al destacamento, hablé de nuevo con el escribiente
y dice que el capitán M está supervisando la zona y que no sabe cuándo
regresa. Nos dan las 4:00pm y no llega. Nos vamos cabizbajos a Puerto
Plata la tierra del Querido.
En el camino voy llamando gente para que me ayuden a sacar
el vehículo, localizo un abogado amigo de allá, el cual va a AMET como a las 6
de la tarde y el capitán M le dice que mi cliente, después del accidente, no
apareció más. Según Él (¡así con mayúscula!), debió presentarse al día
siguiente y no lo hizo. Pero resulta que La Casa del Conductor lo fue a buscar ese mismo día
y con un agente. Al parecer el capitán M no sabe que La Casa del Conductor tiene
jurisdicción. Indudablemente quería redactar el acta allá para poner lo que le
diera la gana. Pues el capitán M estaba molesto y por eso, digo yo,
asintió cuando el Ministerio Público le dijo verbalmente que me entregara el
vehículo, todo esto para desaparecerse y que el flamante escribiente me dijera
que Él (así con mayúscula!) no estaba y que sin ese papel no me podía entregar
el vehículo.
Finalmente, para no cansarles el cuento, como dice mi tía
Tita (la única que queda de los fósiles), accedió al día siguiente en la tarde,
muy tarde, no sin antes recibir una llamada de esas que hacen temblar a los más
duros, de esas que le sacan los pipí hasta a los guapos del Indio Duarte.
Entregó el vehículo. El capitán M tiene que entender que todos
tenemos un jefe y que Él (así con mayúscula) no está por encima de nadie.
Como ustedes habrán notado, yo no quise mencionar el nombre
ni el apellido del capitán M. Es capitán, sí, ese es su rango, de eso
estoy seguro. La M
se la puse porque me gusta esa letra, hay muchas cosas mostrencas,
desagradables, toscas, que comienzan con esa grafía. Su apellido comienza con
O. Eso es para que Él (¡así con mayúscula!) no crea que quiero hacerle daño con
lo que escribo. Esto no es para hacer daño, esto es una denuncia. Yo lo escribo
para que el capitán M sepa que uno no es un pendejo, que si Él (¡así con
mayúscula!) lo que quería era dinero, se le podía dar algo por la custodia del
vehículo, pero de esa forma NO.
Lo de la lesionada adicional está pendiente. Esa es otra
parte que hay que investigar también y con esto no estoy diciendo que Él (¡así
con mayúscula!) directamente, es el responsable de eso, algún responsable debe
haber porque este no es el primer caso. Abundan y en todas partes, si no,
pregúntenle a los abogados de las aseguradoras.
Cada vez que choca un cliente nuestro, antes de que firme,
leemos el acta diez veces para que no le metan gato por liebre. De abusos tengo
el escritorio lleno.
Hamlet Hermann vivió sus últimos años viendo cómo
embadurnaban de sica (no zika) una institución que nació para hacernos libres
cumpliendo con la ley, pero después que pasó a ser dirigida por la institución
a la que pasó se convirtió en un estercolero.
Esa es otra de las instituciones que hay que desmantelar
completamente y volver desde el principio a conformarla. Se ha convertido
en un ente recaudatorio en perjuicio de la ciudadanía. Que si hay hombres
serios ahí? Claro. Dondequiera los hay, pero el 90% está podrido.
Para pendejos está bueno ya.