De la delincuencia sin cuello o de cuello negro

Ultima Actualización: martes, 03 de mayo de 2016. Por: Luis Henriquez Canela

¿Hasta dónde hemos llegado? Hemos llegado a un límite en el que todos vamos a ser atracados. Todos: usted, yo, aquel el otro y el otro. Inscríbase usted en esa lista, que eso viene.

El grito de desesperación que brotó desde muy dentro de sucorazón me ha hecho compartir estos enredos que bullen en mi cabeza. No puedocallar. Mi silencio me corroe, me mata, me asfixia.

Leí con estupor el triste y locuaz relato de nuestra amigaRaidiris Felipe, víctima de un atraco en su propia casa. Su templo. El nidodonde crecen sus retoños. Lugar sagrado. Isla de paz donde los padres ayudamosa construir las vidas de nuestros hijos alejados del temor y las acechanzas encrecimiento del entorno. Me miro en ese espejo y me sobrecojo, me aniquilo, laadrenalina emerge con una prontitud indescriptible. Su casa, sus hijos, su todo;¡Profanada!

Dice ella en su relato que: “Tres individuos entraron en micasa, amenazaron mis tres hijos y su nana con cuchillos, al escribirlo secongela mi columna, pierdo por un momento la razón y mi mente deambula casi enestado sicótico por el umbral de la histeria”.

Con insondable abatimiento continúa: “Hoy no me emocionanlas palabras de Pedro Mir de que hay un país en el mundo colocado en el mismotrayecto del sol, oriundo de la noche, colocado en un inverosímil archipiélagode azúcar y de alcohol, hoy te veo saqueado, triste y oprimido…”

¿Hasta dónde hemos llegado? Hemos llegado a un límite en elque todos vamos a ser atracados. Todos: usted, yo, aquel el otro y el otro.Inscríbase usted en esa lista, que eso viene. Mire a su alrededor y piense;ahora calcule cuántos de sus familiares han sido robados, cuantos de susamigos, conocidos, cuantas noticias ha visto de gente que no son nada suyo,pero son dominicanos y sufren las mismas carencias de seguridad que sufrimostodos. La triste realidad es que solamente los que andan con escoltas no van aser atracados.

Aquí hay una serie de gente que no quiere que nadie diganada de nada. Y andan hablando como el que vive en otro país. La seguridadciudadana debe estar por encima de todo. Nada es más importante que laseguridad de la gente que paga los impuestos, de la gente que es la dueñaabsoluta de estas tierras, de este país. ¿O acaso los dueños son otros? Nuestrascasas se han convertido en fortalezas, todo está lleno de hierros y aun así, nobasta. Nuestra ciudad dista mucho de ser el “pueblito encantado” de Lockward. Elpaís también.

Pasos

En ocasiones, como parte del ejercicio frecuente, me levandotemprano y voy al malecón a trotar, mis pasos apurados generan un sonido huecoal chocar mis zapatos de correr con el pavimento.

Cada vez que voy a alcanzar a algún ciudadano que en lamisma dirección se ejercita, segundos antes de alcanzarlo mis pasos me delatany vaya sorpresa. ¿Qué cree usted que pasa? Que la gente se espanta, se echa ahacia un lado, si tiene un palo en la mano lo esgrime, lo empuña con fuerza. ¿Quées eso? ¿Qué significa eso? Bueno, en términos de algunos es como una especiede “percepción” de que alguien viene detrás a atracarte. 

Esa “percepción” colectiva de próxima víctima nos tieneintranquilos. A todos. Menos a los que andan con escoltas.

El otro día me sorprendió con un breve escrito la hija de unapareja de amigos. No creo que ella misma haya sido víctima de algún robo oatraco, sin embargo, la atmosfera que respira en su entorno de seguro la guiopara escribir: “A mí me da tanta risa cuando yo escucho que la promesa es wifigratis en áreas públicas. ¿Para usar con el celular que probablemente ya teatracaron o con la laptop que te apuesto te van a robar? ¿Las prioridades seeligen a ciegas?

Lástima

¿Las prioridades se eligen a ciegas? Parece. Siento lástimapor estos jóvenes forjados al amparo de una sana orientación, jóvenes que hantenido la oportunidad de instruirse en las universidades, siento lástima porellos porque no van a poder tener tranquilidad en su país, porque no van apoder tener la quietud con la que crecimos nosotros, jugando en los parques yen las calles sin más preocupación que la de llegar a tiempo a nuestras casaspara la cena. Siento una profunda pena por mis propios hijos.

Pero también siento pena por los que sin más orientación quela calle, andan delinquiendo, los que juegan diariamente en las bancas deapuestas propiedad de los legisladores, los que motoconchan porque noencuentran otro trabajo, los piperos cuyo entorno, donde no llegan los recursospúblicos, los han precipitado por ese camino tortuoso y sin retorno. Sientolástima por los ladrones sin cuello, porque ellos son víctimas de un sistemacarente de oportunidades. También siento lástima por los que promovieron y aprobaronel Código Procesal Penal. Dicen algunos que no es el Código. Yo digo que estáhecho para países ricos. Aquí no hay ni gasolina para que los encargados derecolectar pruebas desarrollen su labor.  Ni siquiera eso.

Las pobres madres

Finalmente siento lástima por las madres de los encargadosde trazar y hacer cumplir las políticas de seguridad en este país. Porque sushijos van a tener que hacerles casas o en Saturno, o propiedades con grandesverjas, alarmas, cámaras, hombres armados, porque si no, hasta las mansiones deesas honorables damas va a llegar el tentáculo de la delincuencia. Y rezo cadadía por ellas.