Siendo nuestro país República Dominicana pequeño y uno tiende a pensar que ciertas cosas no nos van a suceder, la corrupción política no escapa a nuestra realidad.
En dónde quedaron los valores de nuestros políticos y de los dominicanos en general, que ya no importan la conciencia ni la reputación, la dignidad o la integridad por robarse recursos públicos, prestarse a las mordidas, venderse al narcotráfico, al sicariato o a dar refugio a miles de maleantes que están cambiando la forma de vida de todos nosotros los dominicanos.
Los gobiernos son como una empresa en la cual cuanto más pasa el tiempo y su personal tiene más permanencia, se hace más necesario el cambio para romper las redes que se tejen a lo largo del tiempo para delinquir y corromper dentro de la misma organización.
Este gobierno y todos los anteriores no se libran de agregar un granito de arena al desgaste político y moral que vive el pueblo dominicano en este momento. Resultado de eso ha sido el surgimiento de nuevos partidos políticos en los últimos años.
Partidos que tristemente no han venido a solucionar ni a mejorar nada sino más bien a retardar el crecimiento y desarrollo del país. Partidos políticos que no tienen propuesta para la ciudadanía. No hay un liderazgo claro en las nuevas opciones políticas que han surgido, lo cual nos obliga a seguir con el bipartidismo tradicional.
Qué dolor y qué vergüenza siente uno como ciudadano de ver todo lo que pasa en el país día a día y que nada se solucione. La legislación en general es muy poco efectiva; todo queda impune.
Muere gente y nadie es culpable, los jueces tienen precio y liberan a los narcotraficantes, los empleados públicos roban y luego cobran sumas millonarias por sus despidos, los parques nacionales son destruidos y seguimos hablando muy orgullosos de estos.
Los resultados buenos de este gobierno no son suficientes para decir que estamos bien. Son buenos considerando las opciones que tuvimos a la hora de votar, pero los cambios deben ser más profundos. Ahí es cuando uno piensa en reforma del estado y en otro sinnúmero de términos que deberían revisarse con urgencia.
Pensemos urgentemente en hacer una legislación efectiva que cierre los portales a la corrupción y castigue efectivamente a los culpables. Como pueblo debemos recuperar nuestros valores y amor por la patria y dejar de comportarnos como prostitutas que comprometen su integridad y valores morales a cambio de dinero.
Que los políticos no tengan miedo de denunciar la corrupción dentro de sus mismos partidos y que nunca olviden que están para servir a su país y no a ellos mismos. Aporten su grano de arena para que el día de mañana antes de su muerte puedan decir con orgullo que contribuyeron al desarrollo de República Dominicana y de las generaciones futuras.
Y esto va para todos nosotros los ciudadanos, que ante el desgaste de la clase política se vuelve nuestro deber contribuir en la solución de todos estos problemas.
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