El teatro, El maestro y el virus.

Ultima Actualización: viernes, 27 de marzo de 2020. Por: Artículo Invitado

Hoy celebramos de modo distinto El Día Mundial del Teatro, una tragedia se estrena a nivel mundial.

Hoy celebramos de modo distinto El Día Mundial del Teatro, una tragedia se estrena a nivel mundial, presentando en cartelera un personaje siniestro e invisible, que tal vez nos haga utilizar con algo más de respeto la palabra “viral” de ahora en adelante.

Es el tiempo en que nos vemos forzados a mirar atrás y recordar el pasado, en mi caso, viaje de vuelta a las aulas, donde tuve la hermosa oportunidad de servir 20 años como maestra de Idiomas y Educación Artística, en aquel entonces las estrategias que ponía en práctica para que mis alumnos comprendieran la importancia de las pequeñas acciones y que a través de la educación fortalecieran sus valores, debieron ser inolvidables para muchos.

Otorgar puntuaciones por el “simple” hecho de tener un cuaderno reservado solo para esa asignatura (que no era básica), con apuntes y algo de estética, era mi manera de reconocer, fortalecer y premiar valores como  la dedicación y la disciplina.

Organizar durante el receso actividades artísticas con sus propios talentos para la  recaudación de fondos, y así poder comprarle los lentes a su  compañera, una joven cuya ceguera nunca fue tan fuerte como su determinación, o bien, hacer de la enseñanza una oportunidad lúdica para   ayudar a los demás, fue sin duda la experiencia pedagógica más divertida en miras de fortalecer e inculcar el valor de la empatía y la solidaridad, además de disfrutar de las maravillas del trabajo en equipo que sobre todo nos ayuda a descubrir que todos tienen algo que aportar.

A veces, sin embargo, el método era menos agradable, como  quedarme en la puerta del aula, sin pronunciar una sola palabra, en espera de que se recogiera el más mínimo papelito del suelo y se depositara en el recipiente de basura, exigir que se pusieran las butacas en filas guiadas por las líneas de las cerámicas del piso para “educar la vista” y así prepararlos para luchar contra la contaminación visual, que al final buscaba el perdido respeto por el medio ambiente en que vivimos.

Ahora soy maestra jubilada, pero lejos del retiro, estoy convencida de que el docente, así como el teatrista, nunca abandonan su llamado, más bien solo cambian de escenario, de público, de pizarrón.

Y es que ahora mi aula lleva telones y luces, las tizas son personas de carne y hueso, y la mayoría de mis estudiantes no saben que van a clases. Desde el teatro trabajo los mismos valores, ahora, con un cambio de estrategia tan divertida, reflexiva y funcional como la anterior.

El teatro es el arte de lo real, de la vida misma, es una práctica que nos enseña a comprender y descubrir el divino valor de ponernos en el lugar del otro ante la dura tarea de encarnar un personaje. Es la facultad de revelar un firmamento que no existiría sin cada una de sus estrellas, sin cada uno de nosotros.

Y aunque sin ensayo ni afiche previo, entre a escena este actor antagónico, este rey cuya corona brilla bajo la luz de la muerte, este maestro de la multiplicación, del sigilo infame y táctica cruel, creo que, aunque a un precio de taquilla muy alto, sin duda contribuirá a fortalecer los valores que muchos dábamos por perdidos.

Hoy repasamos ese contenido olvidado que otorga nuevamente los papeles protagónicos al amor, a la solidaridad, a la empatía, al respeto, a la responsabilidad y al trabajo en equipo. Hoy estamos todos en las tablas de la vida para indudablemente aprender a ser mejores con una u otra estrategia: El Amor o el Dolor.

Por Arisleyda Beard