Los kamikazes de Puerto Plata

Ultima Actualización: domingo, 11 de febrero de 2024. Por: Luis Henriquez Canela

 Fui a ese lugar frío y sombrío a tratar de convencer al padre de Dany (A) el RacingPP, de que aceptase el ofrecimiento económico que le estaba haciendo la aseguradora para que no se querellara.  

 

Había sucedido que una señora de más o menos de  58 años, iba entrando en su vehículo a la urbanización Bayardo por la avenida 26 de Agosto. Ella conducía de Norte a Sur y al entrar, sintió un golpe fuerte en la puerta derecha de su vehículo. Al instante se dio cuenta de que era un motociclista que la había impactado. Realmente eran dos que competían, pero el otro logró esquivar el vehículo. 

 

El motociclista voló por encima del carro cayendo destrozado al otro lado. Nada que hacer. Partes de su cuerpo se encontraban esparcidas sobre el asfalto de la avenida. 

 

Pues ahí estaba yo, meses después del suceso, en una especie de sótano medio oscuro, visitando al padre de RacingPP para tratar de convencerlo de que que la señora Ramona (nombre supuesto) no tenía culpa de la desgracia que había entrado a su hogar. 

 

El padre no decía nada, estaba mudo. No recuerdo haber hablado con la madre, ni que estuviese en el lugar. Lo cierto es que la conversación era un monólogo, una especie de propuesta unilateral hecha con profunda vehemencia a una pared. La señora Ramona no quería que se querellara en su contra porque nunca había pisado un tribunal. Sus dos hijos me llamaban a diario para saber qué había sucedido con la propuesta de acuerdo extrajudicial por el accidente. 

 

Pues ahí estaba, tratando de que un padre destrozado, cabizbajo -dicen que no se sabe lo que duele un hijo hasta que se pierde- nos dijera que aceptaba y que no tomaría ninguna medida. —No es dinero, no fue un perro que ella mató, decía. Yo, callaba. Era imposible decir nada que contradijera el pensamiento de ese padre destrozado por dentro pensando que su hijo era, como dijo, un muchacho que todos querían, que era popular en el barrio, que no hacía nada; una especie de ángel caído del cielo. 

 

Resulta que RacingPP era el cabecilla de un grupo de muchachos de su misma edad, es decir de 19 a 23 años, que se dedicaban a preparar de las denominadas passolas, para competir en las calles de Puerto Plata y más allá. RacingPP  era un líder nato.  

 

Como su padre tenía un colmado, era él quien patrocinaba los paseos para las diferentes ciudades a competir cada fin de semana, su passola era la mejor. La que más lucía, la que más carreras había ganado; sus posibilidades económicas le permitían comprar piezas en Amazon lo que la mayoría de compañeritos no podían hacer. 

 

Para sus familiares, RacingPP era un muchacho sano, bueno, buen hijo, buen hermano y hasta buen estudiante. Ciertamente tenía buenas notas. Al margen de sus actividades de kamikaze, era un muchacho ejemplar, por eso dolía más, imagino.

 

Los días de semana tenían que calibrar sus passolas para ponerlas en su punto. Los miércoles, jueves y viernes eran esos días. Comenzaban más o menos desde las 8 de la noche, en el semáforo de la avenida Manolo Tavarez Justo para bajar hasta la avenida Luis Ginebra por la 26 de Agosto. 

 

Los mozalbetes se colocan de dos en dos, uno al lado del otro y le dan con todo hacia abajo. Para tomar mayor velocidad en menor tiempo, al principio se impulsan con los pies. Esas passolas preparadas, cuando pasan frente donde se encuentra la Repostería Sánchez van desarrollando más de 100 kilómetros por hora. Al ser vehículos tan livianos van haciendo zigzag,  el viento en contra les provoca esos movimientos. Ahí se pasan hasta bien entrada la noche sin que ninguna autoridad les ponga coto para impedir que literalmente se suiciden. 

 

Esta historia tiene ya algunos años. Pero las carreras no se han detenido. Imagino que los mismos policías pasan, ven y no hacen nada. Porque, ¿quién impide que un kamikaze ejerza su función y cumpla con su verdadera naturaleza? ¿Cómo impedir que se maten si desde que Dios amanece es en eso que andan? 

 

¿Dónde es que meten sus cabezas los padres mientras estos muchachos se pasan el día y la noche fuera de sus casas calibrando esas motocicletas?  

 

Esos mismos padres permisivos, después se ven en el tribunal cabizbajos, lagrimosos, queriendo que “se haga justicia”. 

 

Los residentes de la urbanización Bayardo viven con miedo porque sin querer, están jugando unos números cada vez que entran a la urbanización, unos números negros que no se sabe cuándo les va a tocar sacárselos. Entran alertas, temerosos; el cara o cruz les acecha. No saben cuándo les va a tocar el premio. 

 

Son tres las pistas de carrera de velocidad que hay en Puerto Plata, que se sepa, veamos; el tramo comprendido desde Cofresi hasta la curva de la entrada de la loma de la bestia, la avenida 26 de Agosto y frente a Playa Dorada. 

 

Noche por noche se realizan calibrajes en esas vías. Vuelvo y repito, no hay que culpar a las autoridades por eso, ellos deben estar “jartos” de detener muchachos, de quitarles las motocicletas evitando que por lo menos esa noche, si, por lo menos solo esa noche, no se maten. Pero el que se quiere inmolar, carece de juicio y cordura. 

 

La dopamina que produce la velocidad es parecida a la del juego de azar o la droga; es candela pura que entra por la venas y que después que se experimenta, es casi imposible eliminar. 

 

Padres, abuelos, tíos; se les están matando sus muchachos, pregunten, denles seguimiento, aconséjenlos, que la vida es una sola. Un muchachito que lo ve usted convertido en un hombrecito, que lo vio usted correteando en su patio, que le celebró su cumpleaños cada año hasta hace poco, ese niño que usted tanto tuvo entre sus brazos, que le compró sus libros, su uniforme, que le guardaba su comida caliente a las 12 cuando salía de la escuela, ese muchachito que usted enseñó a hablar, que se rió con usted, que se dormía en su regazo; no lo suelte, no lo deje solo hasta que madure bien, porque se le va a matar. 

 

Usted; padre abuelo, tío, debe saber que él piensa que es inmortal porque es joven. Piensa que la muerte está lejos, que ella solo nos ataca a nosotros los viejos, cuando en realidad la muerte está a un segundo en tiempo,  a un milímetro de distancia y no sabe de edad. Nos acecha, nos vigila y finalmente nos sorprende.

 

Dele seguimiento porque, como decía mi madre, “el muerto con tierra tiene”. 

 

Nota: El señor nunca se querelló, después de un año aceptó la propuesta económica ofrecida. Aceptó el cheque cabizbajo en el mismo sótano oscuro y sombrío.