¡VIVAN NUESTROS POLÍTICOS! ¡VIVA LA POLÍTICA¡

Ultima Actualización: lunes, 08 de agosto de 2011. Por: Luis Henriquez Canela

Cualquier parecido a la realidad que vivimos hoy en nuestro país, es pura coincidencia. Me enviaron este articulo vía email escrito por el periodista Arturo Pérez Reverte que da gusto leerlo y al que le quede el sombrero que se lo ponga. Ahí les va:

Paso a menudo por la carretera de san jerónimo caminando por la cera opuesta a las cortes y a veces coincido con la salida de los diputados del congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando sus últimos canutazos junto a la verja y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas (acicaladas, arregladas) ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada.

 

Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos, sin tener algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida.

 

Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Solo visceral. Desprovisto de razón de un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.

 

Se que esto es excesivo. Que siempre hay justos en sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo como me siento. Como me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y de uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las cortes. Cuando la nausea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa por supuesto.

 

Sigo caminando en carrera de san jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta el punto que los años, la vida que lleve en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista por que creo ver solo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable.

 

Porque de admirar y respetar a quienes ocuparon ese escaño hace veinte o treinta años, he pasado ha despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de si mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de ese modo, la tarde, el día, el país y la vida.

 

Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire.

 

Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quien. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se ha trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas- el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras solo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán,  al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar  en el cargo, cobradas competas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.

 

De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a  la tecla, y eso es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carretera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos.