La intolerancia religiosa o política provoca luchas,
malquerencias, declaraciones hirientes, guerras y muertes entre personas por no
respetar las ideas u opiniones ajenas sobre determinada situación o hecho
ocurrido.
La Real Academia Española (RAE), define la tolerancia como
“el respeto por los pensamientos y las acciones de terceros cuando resultan
opuestos o distintos a los propios”.
En incontables intervenciones de foristas al opinar algún
artículo, noticia o comentario en los diferentes medios de comunicación en los
que participan, sale a flote los niveles de intolerancia e irrespeto muchas
veces llevados al plano personal contra aquellas personas con quienes
disienten.
Se cae en el ridículo al resbalar estrepitosamente por los
senderos de la intolerancia “al defender lo indefendible” y pretender “dar
razón a las sinrazones”.
Aunque se quiera (así se hace), negar situaciones de
amarguras e incertidumbre que se vive en determinado partido político, la
inseguridad ciudadana por la que atravesamos buena parte de la sociedad
dominicana, el transfuguismo o corre-corre que hay en determinadas
organizaciones políticas, las evasivas del señor presidente de la República y
enumere usted otras tantas situaciones.
Entendemos, que esa manera de ser intolerante es pagada. Ya
en publicidad bien costosa aunque no se tenga programas ni medios, al tener
parte de la familia en la administración pública, y abrigar el temor de que los
cancelen, ese aparente valor que se muestra en la defensa “de lo que sea que huela
a gobierno” viene además, por el miedo a perder el “sueldito” o la tarjeta de
Solidaridad, Bono Luz, SENASA o cualquier ayuda de los programas sociales.
Todavía no es nada. Los intolerantes vienen más avasallante
todavía. Saben que se tambalean y van a “pelear sucio” como cuando le derriban
de una trompada y ya en tierra, tratan de lanzar lodo, tierra, estiércol ¡Lo
que sea! Con tal de vencer a quien le golpeó. En su “valentía” olvidan que lo
mismo que intentan arrojar, puede caerle encima y matarlos.