Sin lugar a dudas, la medida asesta un duro golpe al turismo interno. Hay que recordar que no son los ciudadanos puertoplateños solamente los que se parquean en esa avenida. Ahí permanece una gran parte de los vehículos de las familias que vienen a disfrutar de la playa.  

¿Cómo ha afectado esa medida a los dueños de negocios? Con una baja en las ventas. Es que  el que viene de otro pueblo, por lo general, no quiere dejar su vehículo en una calle adyacente para ir a la playa. Hay un restaurant que tiene un carro de golf para transportar sus clientes desde una calle transversal hasta el negocio. ¿Qué lógica tiene eso? ¿Todos los restaurantes podrían tener esa facilidad?

A nuestro entender, una solución que pudiera explorarse es la de evitar el consumo de bebidas alcohólicas a plena calle. Es decir, evitar las aglomeraciones de los mozalbetes que pernoctan durante casi todo el día en esa avenida sin otro oficio que el de ingerir  bebidas, fumar juka y dejar la basura en la acera. El problema no es del parqueo, es del uso que se le está dando.

Si viene una familia de otro pueblo a la playa y quiere permanecer después de las tres de la tarde, ¿Por qué impedirlo?

Evitar el parqueo en esa avenida podría parecer simple, pero no lo es. Por generaciones y generaciones, los puertoplateños pasean por ese lugar en busca de relajarse, ejercitarse, conversar, congregarse con amigos.  

Uno de los grandes privilegios con que contamos los ciudadanos que vivimos aquí es precisamente ese; tener el malecón para andarlo, para mirar las azules aguas del inmenso mar, sentir el dulce soplo del salado viento que nos envuelve y nos mantiene vivos.

Se sabe que no se ha prohibido caminar ni hacer ejercicios, pero ¿dónde se dejan los vehículos? Si usted vive en Torre Alta, ¿cómo se transporta?

Repetimos que el problema no es el parqueo, es el uso.