La pareja de esposos no entendía lo que estaba sucediendo cuando fue sacada de manera abrupta del taxi que los conducía.  En principio pensaban que se trataba de un atraco. En instantes vieron a ocho o nueve hombres a su alrededor y se dieron cuenta de que algo distinto estaba sucediendo. Tres de ellos tiraban de manera salvaje de la ropa del chofer, mientras le proferían decenas de palabras impublicables.  

El Uber que los esposos habían contactado a través de la App descargada en el teléfono no había comenzado la marcha y lo que menos se iban a imaginar era que había una disputa entre los taxistas de la nueva plataforma y los tradicionales.

La pareja de turistas fue echada hacia un lado por los taxistas enfurecidos, mientras otros comensales del restaurant donde habían cenado, salían con sus celulares en manos a tomar fílmicas de lo que estaba sucediendo. Aunque sus corazones todavía latían aun con fuerza, la presencia de las demás personas los tranquilizó medianamente. Después de transcurridos cinco o seis minutos, volvió la calma a la esquina del restaurant, los taxistas volvieron a sus puestos, el Uber se marchó y los comensales entraron nuevamente como si nada pasó.

A pesar de los múltiples ofrecimientos, la pareja no quiso utilizar los servicios de uno de los taxis tradicionales y optó por caminar hasta el hotel.  Ninguno de los dos había vivido ese tipo de experiencia porque a su ciudad, Puerto Plata, todavía no había llegado ese servicio y ellos estaban de vacaciones en Colombia.  De eso hace más o menos año y medio.

La experiencia vivida por la pareja en cuestión, sirve de marco referencia en cuanto a la forma de cómo, poco a poco, ha ido introduciéndose Uber en las ciudades latinoamericanas. En principio la negación, la bravura, las maledicencias y luego la aceptación a regañadientes o el asentimiento inconforme de los desplazados.  (¿)

Esta plataforma tecnológica diseminada en casi todos los rincones del mundo hace que el transporte sea más fácil, más seguro y confiable.  Desplaza a unos y emplaza a otros, para ser más claros; desplaza al padrefamilismo obsceno, al servicio caro y malo por lo injusto. El nuevo servicio responde a estándares internacionales. Desaloja el despotismo y la arbitrariedad reflejada en el cobro de una tarifa amañada según la hora y el trayecto, sin tomar en cuenta el factor único medible en ese tipo de negocios que es el kilometraje.

Uber no le está quitando el trabajo a nadie. Los usuarios están optando por un nuevo servicio debido a las múltiples ventajas que ofrece. El dominicano está harto de que le violen sus derechos y de que unos cuantos se adueñen del santo y la limosna.  La libertad de empresas es constitucional. El que quiere dar servicio que compita en buena lid, no con caciquismos pasados de moda y, además, maltratos. Deben crear su plataforma, anunciarla, dar buen servicio y competir.

Las autoridades deben intervenir para que no se produzca ni un caso más de abuso en contra de nuestro turismo, en contra de la supervivencia de todos y cada uno de nosotros. Deben establecer un orden, vigilar, someter y sancionar.

Ahora que Puerto Plata está levantándose, necesitamos orden, orden, dedicación y buen trato al turista local, extranjero y al ciudadano.