Idioma e implícito en la radio y televisión dominicanas

Ultima Actualización: sábado, 29 de febrero de 2020. Por: Artículo Invitado

Tengo la impresión de que los propietarios de canales de televisión y de emisoras de radio sólo se interesan por alquilar el espacio sin tomar en cuenta la formación del que lo arrienda.

Idioma e implícito en la radio y televisión dominicanas

Tengo la impresión de que los propietarios de canales de televisión y de emisoras de radio sólo se interesan por alquilar el espacio sin tomar en cuenta la formación del que lo arrienda.

Todo parece indicar que en la era digital la televisión y la radio han tenido que ser más abiertas pues cualquiera con un mínimo de conocimientos para servirse del soporte YouTube puede instalar en su casa un canal de televisión y/o una emisora de radio sin tener que solicitar autorización alguna y, gracias a la aplicación vpn, maquillar el IP de su ordenador.

No hace mucho tiempo que ser conductor de un programa de tv era un privilegio que sólo correspondía a buenos periodistas conocedores de las reglas básicas de la comunicación, además de muy buena dicción, poseedor de los conocimientos fundamentales de nuestro idioma que desde el inicio de la conquista y colonización del Nuevo Mundo es el castellano conocido como lengua vehicular de las Españas o más simplemente español.

Recuerdo, en los albores del presente siglo unas palabras del ya desaparecido Yaqui Núñez del Risco a un joven que le había invitado a su programa de entrevistas. Tengo la impresión de que Núñez del Risco se sintió agredido cuando el anfitrión del programa quiso marcar una diferencia generacional con el entrevistado que, sin alterarse, le respondió que la gran diferencia entre su generación y la actual consistía en que la vieja generación tenía algo que a la actual le faltaba: una buena dicción, elemento fundamental de la comunicación: el dominio de la lengua española. Núñez del Risco no abundó en su respuesta, pero sí hizo hincapié en que la nueva generación de conductores de programas se comía las “s” y la última sílaba de algunas palabras. El entrevistador, sorprendido por la reacción de su invitado, no entró en polémica y su silencio pareció admitir lo que el veterano Núñez del Risco le había respondido.

Recuerdo que en la década 1970-80, el escritor y político Juan Bosch dijo en una de sus consuetudinarias charlas radiales que República Dominicana tenía que contratar profesores de lengua española para entrenar a los profesores dominicanos en la enseñanza del español, porque en nuestro país se estaba perdiendo nuestra lengua materna. Cuando Bosch lanzó la voz de alarma por el deterioro de nuestra lengua materna, pensé que exageraba, pero no hace una década el ministerio de Educación, ayudado por el 4% del PIB en su presupuesto, entendió que había que formar profesores para la enseñanza del español que ya comenzaba a verse en los periódicos dominicanos y en muchos profesionales de las últimas generaciones.

La situación no ha mejorado, peor aún el deterioro se acentúa en la televisión y la radio. Al repasar varios canales del espectro visual de República Dominicana en la segunda parte de la noche, me sorprende que si no conozco a la persona que participa en el programa no tendré en ningún momento la información requerida para identificarlo. En la radio es todavía más difícil porque es mucho más fácil identificar un rostro que una voz si exceptuamos a los políticos y algunos cantantes de moda. Pero la dificultad es semejante a la de la televisión porque no se respetan las leyes fundamentales de la comunicación: ¡evitar el implícito!

Tengo la impresión de que los propietarios de canales de televisión y de emisoras de radio sólo se interesan por alquilar el espacio sin tomar en cuenta la formación del que lo arrienda.

Emile Benveniste, el reconocido lingüista francés, decía que la comunicación la establecen un emisor y un receptor. Es decir uno que habla y otro que escucha y para que esta sea exitosa es necesario que utilicen el mismo vehículo de comunicación: la misma lengua, por ejemplo. Benveniste va más lejos aún al decir que sólo existen dos personas: yo-tú; que “él” no es nadie sino de quien se habla y que mientras no se identifique no existe. De quien se habla mientras no se identifique sigue siendo un deíctico que sólo puede ser descodificado en la relación comunicación cuando se le identifica.

En nuestra radio y televisión los deícticos son legión: “aquí”, “Este país”, “ayer” “él”. Qué le pesa a un conductor de programa repetir cada cierto tiempo el nombre de su invitado para que el televidente y el radio-oyente sepa quien es. Qué le pesa al anfitrión de un programa decir “aquí, en Santo Domingo” o “en la Romana” o evitar un adverbio y explicar “ayer lunes 3 de febrero”, etc.

Hoy día está de moda que todo el que trabaja en programa de radio y/o televisión es comunicador como si la palabra “anfitrión” fuera de más bajo nivel. Mientras los que conducen programas de opinión no entiendan que la comunicación tiene reglas muy exigentes que deben ser tomadas en cuenta, ¿por qué no se recuerda el nombre del invitado cada cierto tiempo con un cintillo debajo del entrevistado y del anfitrión? Ese gesto simple no ocupa tiempo. ¿Por qué en los programas de radio no se apostrofa al invitado de vez en cuando? Se trata de una exigencia simple de mucha ayuda en la relación comunicación entre anfitrión y televidente y radio oyente.

En mi opinión los propietarios de medios deberían exigir dicción y conocimientos de las reglas fundamentales de la comunicación antes de arrendar espacios en sus canales de televisión y emisoras de radio.

POR: GUILLERMO PIÑA-CONTRERAS/DIARIO LIBRE