Muchos de la generación a la que pertenezco, y que ya hemos
pasado los 60s, muchos repito, crecimos con el miedo al Cuco.
Muchos, aprendimos ya grandecitos, que el Cuco era un cuco
de los cucos padres nuestros, para “mantenernos a raya”.
Nos imaginábamos al fuñío Cuco, como un ser grotesco,
gigante, tuerto, con grandes manos y largos dedos capaz de todo.
Confieso, que el miedo al Cuco, no nos dejaba escuchar hasta
el final los capítulos de Raflex el Ladrón de las Manos de Seda, novela radial
de aquellos años, y que junto a otros tigueritos, nos dejaban oírla en la radio
Phillips del recordado Juan Garcia y familia.
El Cuco era de noche que rondaba por los barrios, presumo
que de los pobres. Como teníamos que cruzar desde la Calle 2 del Ensanche Duboq
(Los Callejones) hasta la casa del “Mayor”, preferíamos irnos no muy tarde, con
el miedo de “toparnos con el Cuco”
Con todo y la Era Digital en la que pasados tantos años
vivimos, ahora los Cucos son diferentes.
No son nuestros padres, ni nosotros quienes amedrentamos a
nuestros hijos con el Cuco con que se nos mantenía en el Limbo. Tal Cuco, como
el Limbo mismo han sufrido las mismas consecuencias.
Uno de los Cucos modernos y digital, es someter a la
justicia por difamación e injuria.
Lo esgrimen muchos políticos y funcionarios. Mientras más
dudas despiertan, mientras más mezclados puedan estar con casos de corrupción,
mientras más salpicados puedan estar con desfalcos, y actos incorrectos dentro
de sus funciones, más saltan cual gacela, o como gato en un macuto y amenazan
con el Cuco moderno.
Favorecemos el ejercicio de un periodismo y comunicación con
total libertad de expresarse. Sin difamar. Si alguien se siente difamado e
injuriado, sabe lo que le corresponde hacer.
Eso sí, vaya bien resguardado, no sea que el Cuco se lo coma
a usted.