El miedo como instrumento de control, manipulación, dominación y movilización política viene desde la antigüedad más lejana, como instrumento de las elites y grupos gobernantes, que iniciaron la historia promoviendo el miedo a la furia de los dioses que se manifestaba por medio de los fenómenos naturales, del miedo a las pestes, del miedo a las religiones contrarias, del miedo a la ciencia, del miedo a la verdad, del miedo al marxismo, al socialismo, al comunismo, al tráfico de drogas, del miedo al aborto, a la unificación de naciones colindantes, del miedo a los ateos, a los homosexuales, del miedo a la gente de piel oscura, del miedo a los extranjeros, en fin; del miedo como posible daño inexplicable e incierto.
En la política moderna para ganar o mantener el poder, el que sea más sagaz articulando estrategias de temor obtendrá mayores beneficios políticos, manipulará a su favor ‘el miedo de los electores’.
El miedo es una perturbación angustiosa del ánimo por la percepción del individuo sobre un riesgo o daño real o imaginario, mismo que tiene un efecto en su conducta y sus sentimientos.
El concepto miedo se usa como sinónimos relativos de: temor, fobia, horror, cobardía, recelo, espanto, pavor, medrana, jindama, timidez; coincidiendo todos en provocar un estado de perturbación emocional, porque deviene en la percepción de un peligro real o ficticio en una etapa inmediatamente futura.
La acumulación de muchos temores provenientes de una misma causa adquiere la categoría de pánico, de terror, el miedo es la forma más común y antigua de organización del cerebro primario de los todos los seres vivos, no sólo del humano.
Del miedo como estrategia de control y manipulación política se valieron los populista para tratar de mantener en el poder a cualquier personaje, por insólito y estrambótico personaje que sea, acusando a los oponentes de cualquier barrabasada, sin importar que sea creíble o no. lo importante es acusar, que, de creer, se encargan las masas, lo importante es sembrar el infundio la murmuración, nada importa el fundamento ni la estructura del discurso, tampoco el tono ni si converge con la realidad.
Los que pregonan el miedo no ponen todos los huevos en una canasta, saltan de una a otra. Van de la advertencia emocional a la premonición de daños, de factores socialmente desgastados a la manipulación de los fanatismos. Se colocan en las posiciones extremas, sin capacidad para explicar ninguna, lo cual no les perjudica porque cuentan con la aceptación de las mayorías irracionales, cuyos anquilosados espacios cerebrales se llenan con cualquier dato sin necesidad de explicación.
Son maestros en el uso de temas raídos, a las masas no les importa su uso constante ni el hecho de que los portavoces de esa estrategia del miedo sean personajes opacos, de escasa trascendencia académica, incapaces de pasar de la literalidad de un slogan a la inferencia explicativa de una propuesta político-programática.