EL PRIMER DÍA PRIMERO

Ultima Actualización: domingo, 02 de enero de 2011. Por: Luis Henriquez Canela

Aunque a algunos pro-cubanos no les guste mucho lo que dice mi amigo, la verdad es que sus razonamientos son un aliciente para comenzar un nuevo año.

El 31 tuve la dicha de compartir con un grupo de amigos, fue increíble lo rápido que pasó el tiempo, a las siete del día primero,  todavía estábamos en el malecón  mirando cómo el sol derrotaba las brumas.  El amanecer lo veríamos en la puntilla, sin embargo cuando llegamos, un pleito apocalíptico de botellas de vidrio al aire hizo que nos retiráramos de inmediato. Como “las botellas no tienen ojo”, según dijo un joven en medio del desorden,  decidimos abandonar la deprimente escena.  Verdaderamente fue una lástima no presenciar el amanecer en ese paradisiaco lugar. Vimos el amanecer en el malecón, pero en otro lugar.

Al comienzo de cada año, nos prometemos todo aquello que deseamos.  Al final, nadie fiscaliza los logros y volvemos con las promesas.

La noche del 31 había tenido una interesantísima charla con  un amigo cubano residente aquí.  Es increíble lo que dice y mucho más asombroso lo que uno puede aprender de una persona que vino hace diez años al país y puede retratar sus vivencias en cuba con unos detalles que fascinan. 

Aunque a algunos pro-cubanos no les guste mucho lo que dice mi amigo, la verdad es que sus razonamientos son un aliciente para comenzar un nuevo año.

Cuenta que los primeros días cuando llegó de cuba, lo llevaron a un gran supermercado y cuando caminaba por el pasillo de las carnes le dijo a su mujer;  “oye,todo esto se va a echar a perder”. Juan, así se llama (nombre supuesto),  no podía concebir tal cantidad de mercancía y como no tenía la mas mínima idea de la cantidad de dinero y la forma de nuestra economía, pensaba,  como cubano,  que no habría gente ni dinero suficientes para comprar esa cantidad de mercadería. Días después sale a un colmado a comprar una libra de azúcar para endulzar un café, y adivinen qué; le preguntó  colmadero que si le vendía dos libras, el colmadero le dijo que si, tres, también le dijeron que si, cuatro, cinco, hasta que llegó a su casa con el saco de azúcar completo. Cargó sobre sus espaldas el fardo de sus miserias. La revolución le había negado la abundancia porque a pesar de ser un profesional calificado, nunca tuvo nada material para compartirlo con su familia.   

Hablamos de todo, dice que en Cuba hay televisión solamente de cinco de la tarde a doce de la noche. ¿Y que hace el cubano antes y después? “Nada, hacer cuentos, conversar, nada”. Es sorprendente lo que podemos aprender, y muchos se quejan; por ejemplo aqui hay más de  doscientos canales de televisión, las 24 horas del día por una renta aproximada de mil pesos mensuales, y se quejan. Muchas veces cuando oigo tantas quejas pienso que los quejosos lo que deberían hacer es quitar el cable y economizarse los mil pesos. Imagínese usted lo que sería un mes entero con mil pesos en el bolsillo y mirándole la cara a la suegra. Son pequeños detalles, cosas que uno tiene y no se da cuenta.

“Una vez al mes metíamos a la nevera una pierna de cerdo” ¿y qué más había en la nevera? “Nada”.  “Muchas veces el agua que uno se bebía era del color de ese salcocho”.  “Ustedes viven en la opulencia aquí, ustedes tienen de todo, son libres para movilizarse, nadie los vigila, no hay que hacer guardia en la cuadra, lo tienen todo y no se dan cuenta”. “Trabajo, dinero, mucha comida, ropa, viajan sin restricciones, este es un país de ricos”.   

Confieso que me gusta hablar con mi amigo Juan, su visión de la realidad sin miseria, las vivencias de su país natal, hacen que uno se detenga a pensar. Aunque ciertamente somos privilegiados por las cosas que tenemos, hay que reconocer la gran cantidad de gente que no tiene acceso a los servicios y a la comida a pesar del cacareado crecimiento económico del PIB que no se refleja en las clases más marginadas de la población.

De todas formas y aunque me quieran crucificar los amigos cubanos de cuba por escribir esto, el haber compartido con Juan el 31 es como si me hubiera leído de nuevo a Tus Zonas Erróneas o El Hombre más rico de Babilonia o escuchado el audio libro de  la Ley de la Atracción.

Gracias Juan, nos vemos el 31 de diciembre de este año de nuevo, muchas gracias por tus lecciones.