El abuso habla por sí solo

Ultima Actualización: lunes, 21 de mayo de 2018. Por: Ariel Heredia Ricardo

¿Otra vez el abuso? Se trata de una palabra que ha terminado por formar parte de nuestra cotidianidad.

¿Otra vez el abuso? Se trata de una palabra que ha terminado por formar parte de nuestra cotidianidad. Sin embargo, no por cotidiana resulta menos preocupante. Parece estar presente en los más recónditos espacios que conforman nuestra individualidad, nuestros más profundos sentimientos, los espacios de lo público y de lo privado, el espacio de las relaciones laborales, de las relaciones entre las naciones, el ámbito de lo familiar, entre otros.

 

En los medios de comunicación y en cualquier conversación corriente, su nombre es frecuentemente invocado en contextos que pocas veces nos dejan tranquilos. Su sola mención despierta en nosotros sentimientos de incomodidad, de preocupación o, francamente, de miedo.

 

La evocación de alguna experiencia infantil, la preocupación de que nosotros mismos o nuestros niños sean víctimas de algunas de sus formas de manifestación, promueve en cada quien diversos y complejos sentimientos, actitudes y acciones que tocan fibras sensibles de nuestra identidad como seres humanos.

 

Muchas personas se creen que el abuso sexual contra los niños es un delito silencioso, cuyos perpetradores se amparan en la indefensión de sus víctimas. Aunque muchos no lo sepan, los menores gritan sus historias y su dolor.

 

Son voces mudas que muy pocos escuchan. Señales del abuso que se reflejan en sus comportamientos, en sus miradas tristes y perdidas, e incluso, en sus cuerpos. Signos a los que no sólo deben estar atentos los padres sino familiares, profesores o vecinos, pues tristemente las estadísticas revelan que la mayoría de los autores del abuso son miembros del mismo núcleo familiar del pequeño o personas conocidas.

 

Los psicólogos y expertos en el tema aseguran que los menores víctimas de este delito, tienen una serie de conductas que pueden ser descubiertas por los adultos.  Éstos indican que no hay niño que esté preparado para hacerle frente al abuso sexual repetitivo.

 

El menor abusado puede estar en dos extremos.

 

Uno de ellos es que se convierte en un niño retraído, aislado de sus amigos y de su familia, con malas notas. También puede suceder lo contrario, comienza a tener problemas de hiperactividad y mala conducta; empieza a ser rebelde, agresivo, lastima animales, tiene pesadillas.  En algunas ocasiones los menores, por temor, no cuentan lo que les sucede o cuando lo hacen no les creen, lo cual hace que no vuelvan a hablar al respecto.

 

En otros casos, a través de sus dibujos pueden manifestar lo que les está sucediendo. Hacen dibujos con figuras fálicas o en los que, si es una representación, omiten al agresor o lo hacen con características diferentes. En algunos casos, según psicólogos, los menores tienen juegos sexuales con otros niños o comportamientos seductores con los adultos.

 

Ya es hora de que la sociedad dominicana comience a ver la conducta de sus hijos, porque el abuso contra nuestros niños habla por sí solo. ¡Despierta pueblo dominicano!


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