Después de 30 años de casados la tradición dice que se celebran las bodas de perla, pues así estoy yo, casado hace 30 años con Puerto Plata. Llegué en junio de 1991 a esta tierra en la que para donde uno mira, ve paisajes hermosos.

Son 30 años en los que he conocido gente maravillosa y de las que formo parte.

Tal vez uno como no es de aquí, observa cosas que algunos no ven, por ejemplo, con la apertura del puerto TainoBay, conversando con puertoplateños, me convenzo cada día más sobre la naturaleza particular del pensamiento del ciudadano de aquí. Al parecer, las altas y bajas en el aspecto comercial que ha sufrido en el tiempo, le  sustituyeron la fe por incertidumbre e incredulidad.

Hay que esperar los resultados, me dicen cuando les pregunto por el nuevo puerto.

La pregunta que le hago a algunos escépticos serie 37 es: ¿Qué están viendo desde hace años los santiagueros y los capitaleños que no se está viendo aquí? Es innegable que todos esos negocios nuevos que han puesto y todas esas propiedades compradas en el Centro Histórico y en todas partes de la ciudad, se adelantan a una realidad futura cierta.

Debemos indicar que con los que he hablado son comerciantes, no gente de la calle de esas que van a al puntilla a ver llegar las embarcaciones, de las que sonríen y se entusiasman.

¿Será acaso que el puertoplateño ha sufrido tantas decepciones y tan largas sequias que por bonito que parezcan las cosas, siempre pasan a ser simples sueños irrealizables?

¿Y ese pesimismo?  ¿Y esa reserva de entusiasmo tan marcada? ¿Hacia dónde se fue la fe?

¿Qué están viendo los inversores capitaleños y santiagueros que no se está viendo aquí?